Mostrando las entradas con la etiqueta El árbol. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta El árbol. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de mayo de 2007

Los ecos del Festival de Tribeca

Por Pablo Goldbarg

Suenan Las Raíces

"¿Alguna vez escuchaste crecer a las raíces de un árbol?", me preguntó él mientras hacía los crucigramas. Sin pronunciar una palabra lo miré a sus ojos sorprendido. Él sonrió y agregó, "Recién escuché tu respuesta".

"¿Hay entre los árboles una dicha pálida,
final, apenas verde, que es un pensamiento
ya, pensamiento fluido de los árboles,
luz pensada por éstos en el anochecer?"

(Juan L. Ortiz, El alba sube, 1937)

María Merlino afirma que el árbol está muerto. Julio Fontán opina que no. La tranquilidad que los acompaña con sus palabras hace de la discusión un evento pacífico y prolongado que construye una historia simple y profunda sobre el paso de la vida y la memoria.

María hace de María (Mary), y Julio hace de Julio. Ambos son los padres del escritor y director Gustavo Fontán, tanto en la realidad como en la ficción. Los tres logran burlarse de las fronteras que dividen las etiquetas de "documental" y "narrativo", aunque en los festivales de Argentina, Mexico, Polonia y ahora en Tribeca, se exhibe su filme El Árbol (The Tree) en la categoría de documentales. Será porque es un ejemplo de documento sobre el delgado límite entre la realidad y la ficción.

El lente del padre aumenta frente al lente del hijo, y las hojas mas pequeñas se convierten en gigantes. Hojas sobre hojas. Plantas pintadas sobre el empapelado. Gente conversando a través de más hojas. Los nombres y sus plantas se pertenecen mutuamente. Lo simple y lo cotidiano se hace importante con cada tarea que mantiene a los Fontán ocupados, y comienza a ocupar tambien al espectador como una reflexión paralela. Mary sueña con un castillo en el que todo es hermoso excepto un pequeño sector que debe ser reparado. El reecuentro se convierte en llanto "pero de alegría", dice la invitada. Las nubes y las ramas secas amenazan, pero una pequeña hojita en el árbol da esperanza. Mary sueña esta vez con zapatos, y es Julio quien se los pone. ¿Partirá? Más tarde.

Maurice Schell, uno de los editores de sonido más importantes del cine americano, dijo que cuando el sonido está bien usado y es sutil, hace una gran diferencia: más allá del proceso de intelectualización logra que la audiencia sienta. El Árbol es uno de los pocos documentales donde el juego cómplice entre las imágenes y los sonidos se hace eterno y constante, dándole el mismo peso e identidad tanto a unas como a otros, generando así capa sobre capa. "Ese árbol está seco", dice ella, mientras se ve agua invadiendo las baldosas del patio. Los cuerpos y rostros dejan de tener protagonismo, y el detalle de los pies, manos y objetos abordan al espectador con los diálogos y sonidos fuera de pantalla. Hasta el silencio se escucha. La cinematografía de Diego Poleri se escucha y el manejo de sonido de Javier Farusa se ve. Ambos se fusionan y meten en la intimidad de Julio y Mary de una manera deliciosa y detallista, pero no es intrusa; nos invita.

El trío Fontán nunca se separa, y se hace más presente que nunca en las diapositivas que se proyectan sobre la pared. Las memorias fuera de foco contagian a la imagen de la pareja, y mientras los miramos mirar, ellos también se hacen difusos. Julio se lava la cara en la pileta del patio, y mientras el agua chorrea sobre su rostro, otra mágica transición de Marcos Pastor anuncia la lluvia. Una nueva capa que se agrega al equipo que ayuda a Gustavo Fontán en una sola voz a comunicar su poesía llena de sentidos. Hasta el olfativo. Porque no sólo se huele el tercer sueño de Mary plagado de recuerdos, sino la tierra mojada y el verde que ilumina la oscura casa. Cada textura y vibración se sostienen por si mismos en este lenguaje que balancea con precisión lo que se muestra y lo que se oculta.

Las estaciones pasan y los dos árboles frente a la casa siguen siendo testigos de la historia de los Fontán. Un árbol esta vivo. El otro esta muerto. No para Julio. Observan por la ventana pasar la vida, los recuerdos y el inevitable movimiento del tiempo, incluso en la quietud. Las risas de Julio y los niños se mezclan con la máscara de la seriedad. Junto a su mujer se mantienen activos en lo simple del dia a dia, mientras abejas, hormigas y otros bichos se apoderan de la tierra con un nuevo anuncio. "¿Vamos a dormir?", dice él. "Bueno", contesta ella. Así de simple. Sueños que se sienten: el reloj, las campanas, los susurros. ¿Cuál será el cuarto sueño de Mary? Julio viaja a reencontrarse con alguien: se ven fotos pero no el reencuentro. El vacío sin su presencia se convierte en espera, más lluvia y sombras. La ventana indiscreta no revela. Los zapatos de Julio sí.
Cuando vuelve del viaje, el árbol está caído. Con la tranquilidad de siempre, y la resignación de lo que era de esperar, recupera algunas ramas, y se lleva el muerto adentro de la casa. Porque hay que velarlo como un integrante más de los Fontán, transformarlo y hacerlo eterno. Son las buenas memorias que resurgen, mientras se lo crema y alguna de sus ramas se hacen humo. Es el intento de volver a darle vida. Y lo logran... los tres. Es el símbolo del orgullo que los Fontán deben tener sobre Gustavo, quien echó raíces más allá de los 65 minutos que dura la película.

Pensaba responderle que no. Pero después apareció ella con una copia del crucigrama y lo comprendí mejor. Yo también las escucho crecer.

"El árbol"... Nueva crítica

(Por María Laura Caneda, estudiante de Diseño de Imagen y Sonido, publicada en la Revista Criterio N ° 2326 - Mayo 2007)

Sobre los recuerdos y el futuro del cine nacional
A propósito del reciente film argentino “El árbol” , de Gustavo Fontán

María y Julio, los personajes de este relato audiovisual, se ven inmersos en un universo repleto de recuerdos. Ambos en sus sesenta y pico, habitan un hogar donde los aromas de tiempos pasados vuelven a renacer a través de diapositivas que inmortalizan rostros familiares, inmutables, maniquíes de un tiempo muerto. Las acacias, dos árboles que viven en la vereda de los ancianos desde el nacimiento de uno de sus hijos, son la motivación de Julio en este universo en apariencia inmóvil. Uno de los árboles está a punto de desmoronarse, se ha secado y, según María, lo más conveniente sería quitarlo; pero Julio insiste en no hacerlo. Estas acacias se encuentran unidas, ramas entrelazadas que se abrazan para sostenerse entre sí: hermosa metáfora de María y Julio.

Los recuerdos son parte diaria de esta pareja. Quien los rememora a través del diálogo es ella: nombra a los amigos fallecidos, describe las situaciones en las diapositivas, recuerda hechos que sucedieron tiempo atrás. Julio recuerda a su manera; en el silencio trata de conservar y arreglar los objetos que lo invitan al recuerdo. Cada uno con su estilo construye el propio presente que también se halla entrelazado con el de su cónyuge. Dentro de esta construcción, Julio y María conviven en un tiempo que va construyendo desesperadamente otro tiempo que se dibuja en sus arrugas y en la corteza de las acacias, un tiempo tan propio que hace avanzar las agujas del reloj con una pausa infinita.

Julio intenta revivir la acacia con fertilizantes, única preocupación dentro de su vida. Finalmente el árbol cae sin necesidad de derribarlo. Es allí cuando Julio también se derrumba anímicamente. Aquella imagen a través de una de las pequeñas ventanas de la casa, en la que se ve a Julio quemando las ramas de la acacia, contiene una belleza estética y un significado simbólico muy rico y variado. A través del fuego se incineran los recuerdos: el humo y las cenizas son lo que quedan de las experiencias vividas.

A través de un registro documental, el director Gustavo Fontán narra reuniones familiares desde una calidad y tranquilidad que denotan cariño inmenso por su familia y por la labor cinematográfica que desempeña. Lo ayuda el hecho de trabajar con su familia, de conocer a los padres-actores, sus gestos, movimientos, sus maneras de sentir. Gustavo supo dónde ubicar la lente de la cámara, cómo iluminar, cómo construir ese universo sonoro, gracias a ese saber que fue construyendo desde su infancia.

Conocer cada rincón de su hogar lo ayudó a filmar esa escena en la que como un espía pequeño mira, a través de unas cortinas amarillentas, a su padre jugar con los nietos pequeños. Construye a través del sonido un ambiente de misterio que atraviesa al espectador y lo lleva a hundirse en ese universo tan personal.

Uno de los temas que más me atravesaron a mí como espectadora, fue el tratamiento de los recuerdos que se realiza en la película. Estos recuerdos se construyen a través de voces, de aromas narrados por María (ya llegará el cine con aromas), de fotos desgastadas en blanco y negro, paredes que susurran, pisos caminados por personas conocidas y otras no tanto.

Ella recuerda, él recuerda, cada uno a su manera; ella recuerda que el hueco del árbol había sido nido de cartas de amor, él recuerda el día en que lo plantó. Y yo recuerdo la sombra del árbol sobre la fachada de aquella casa. Rememoro el aroma a tilo, las veredas anaranjadas, la casa de piedra blanca casi gris, el aroma del tuco de la nonna, las arrugas de sus manos. Eso logra Fontán, hacer reflexionar al espectador acerca de sus propios recuerdos y de su propio tiempo también, del ahora; y cómo las vivencias se van volviendo recuerdo tan rápido. Cada espectador a su manera interpretará el lenguaje que el director ha mostrado en pantalla, cada uno recordará las partes de la película que quiera recordar. Como dice Pedro Aznar: “Qué locas son las cosas que al alma se le antoja conservar”.

El símbolo cultural del árbol está presente, las raíces relacionadas a la familia, también la corteza cuenta historias, como las arrugas de María y Julio. Pareciera además que Fontán gusta de los entrecruzamientos, de lazos laberínticos que muestra a través de la sombra de las ramas de las acacias, y cuando el agua recorre las pequeñas canaletas de las baldosas en la vereda.

El árbol se estrenó en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (edición 2006), participó también del Marfici 2006 (Festival Internacional de Cine Independiente de Mar del Plata), se visualizó en Polonia y Uruguay, y se estrenó el 1º de febrero en los cines Gaumont y Tita Merello. Esperamos contar pronto con la versión en DVD.

En estos momentos el director se encuentra trabajando en un documental sobre el poeta entrerriano Juan L. Ortiz. Anteriormente Fontán realizó un mediometraje (documental con rasgos de ficción) en donde el protagonista es el poeta jujeño Jorge Calvetti; y ya tuvo una participación cinematográfica en 1986 Gombrowicz, o la seducción (Representado por sus discípulos), de Alberto Fischerman.

El cine argentino va construyendo aún su camino, su inmensa variedad de miradas en contraposición con otro cine que no hace más que crear estereotipos y situaciones en apariencia distintas pero de estructura idéntica. Hace tiempo que han surgido películas que invitan al espectador a pensarse: Pizza, birra, faso de Caetano-Stagnaro, La ciénaga de Lucrecia Martel, El custodio de Rodrigo Moreno, Los rubios de Albertina Carri, Cama adentro de Jorge Gaggero; películas que tratan diversos temas desde puntos de vistas distintos pero que invitan a la reflexión de los espectadores.

La cinematografía argentina también amplía su desarrollo realizando copodrucciones que ayudan al intercambio cultural, por ejemplo en Hamaca paraguaya de Paz Encina, participaron Paraguay, Argentina, Francia, Holanda, Austria y Alemania. Sería interesante lograr un sistema de coproducción entre países latinoamericanos, con temas más relacionados con los nuestros, preocupaciones existenciales, marginalidades, vivencias similares que en algún punto confluyen.

Parte de esta labor está siendo llevada a cabo desde el año 2003-4 por el OMA, Observatorio Mercosur Audiovisual, que es un “instrumento operativo creado por la RECAM (Reunión Especializada de Autoridades Cinematográficas y Audiovisuales del Mercosur y Estados Asociados) con el propósito de obtener, procesar y poner en servicio datos e información del cine de los países del Mercosur, para contribuir al desarrollo productivo y a la integración de la industria y la cultura audiovisual regional e iberoamericana”.

Este organismo no sólo se ocupa de gestionar y promover la relación de los países de la región iberoamericana sino también de fomentar el cine de cada país, defendiendo la diversidad y la identidad cultural de cada pueblo de la región.

En conclusión la película de Gustavo Fontán forma parte de un cine que logra crear una conciencia de individuo dentro de una determinada cultura, no una individualidad alienada, sino que invita a la reflexión al espectador y a un intercambio de diversas miradas.
Revista Criterio © Copyright 2005
http://www.revistacriterio.com

sábado, 21 de abril de 2007

Mi nuevo Blog

En diciembre del año pasado, alentado por algunos amigos que me recomendaban abrir un sitio en Internet a través del cual pudiera intercambian opiniones con la gente y publicar novedades relacionadas con mi profesión, abrí mi primer Blog, bajo el dominio http://gustavofontan.blogspot.com/.

Como me pareció una muy buena idea, accedí a hacerlo con alguna que otra ayuda...El Blog fue creciendo en visitas y comentarios, circunstancia que coincidió con el lanzamiento comercial de mi último largometraje, EL ARBOL.

Y me permitió por primera vez actuar en tiempo real sobre un medio de comunicación, conforme se producían las novedades.

Sin embargo, en este último tiempo, y por razones que desconozco amén de haber agotado todos los medios disponibles para encontrarle una solución, no he podido ingresar más al Papel de Control de "mi primer blog" (algo relacionado con el ID y la clave que no son reconocidos), y me vi en la necesidad de crear otro para seguir comunicándome con la gente como lo he venido haciendo hasta hoy.

Mi nueva dirección, http://gustavo-fontan.blogspot.com/ será nuestro nuevo lugar de encuentro. En él también encontrarán algunas de las notas y críticas publicadas en el Blog anterior.

También incluí un Link al antiguo Blog; está ubicado en el sector izquierdo del nuevo, sobre mi foto), para acceder a la totalidad de lo publicado en caso que deseen hacerlo.

Bueno, los dejo por unos días, hasta mi regreso del Festival de Tribeca, donde competirá "El árbol". Hasta pronto.

Gustavo Fontán

Próximos pasos...

(Publicada originalmente el el Blog anterior del Director, marzo de 2007)

Hace casi dos meses ya del estreno, y EL ARBOL sigue en cartel. Para todos nosotros es una gran alegría ya que estamos convencidos de que una película se completa con el público. Ese encuentro con el otro es una renovación de muchas cosas: reflexiones, entusiasmos, convicciones.

Hay como un conjunto de circunstancias que quedan en el ámbito de lo privado: llamados o correos de personas desconocidas que después de ver la película sintieron deseos de contarnos algo.
Estos mensajes llegan y ocurren día a día, y son como una gran caja de Pandora, nos sorprenden, completan nuestra visión del mundo.
EL ARBOL tiene ahora nuevos desafíos por delante. Por un lado, llegará a varias ciudades del interior del país a través de los Espacios INCAA.

Por otra parte, competirá por el premio al mejor documental iberoamericano en el próximo Festival de Guadalajara (22 al 30 de marzo), y un mes después competirá en el Festival de Tribeca en Nueva York.
Quería aprovechar para agradecer a todos los que nos alentaron. Muchas gracias.
Gustavo

"El árbol" - Crítica; Diario La Nación, 1-2-07)

(Publicada originalmente en el Blog anterior)

El árbol (Argentina/2006). Guión y dirección: Gustavo Fontán. Fotografía y cámara: Diego Poleri. Montaje: Marcos Pastor. Sonido: Javier Farina. Con Julio Fontán y María Merlino. Presentada por Primer Plano. Hablada en español.
Duración: 65 minutos. Calificación: para todo público.

Por Claudio Minghetti

Pero ¿qué pasa si por lo contrario es el cineasta el que se propone apostar fuerte a un lenguaje cinematográfico poético? Parece imposible que una pintura, o la obra de un pintor, puedan ser llevadas al cine. Sin embargo, Víctor Erice logró hacer cine de acuerdo a las obras de Antonio López, al deslumbrar con la precisión con que en El sol del membrillo trasmite las obsesiones del artista hasta las últimas consecuencias.

En El árbol , Gustavo Fontán no adapta obra literaria, poesía o pintura alguna, sin embargo consigue reflejar, como en un poema o una pintura, la poesía que el tiempo, de manera inexorable, imprime a los rostros y a los cuerpos, en este caso los de sus padres, igual que a los árboles.

La obra de Fontán tiene un registro que podría definirse como documental pero, a la vez, queda en claro que es una representación de la realidad en la que sus padres, María y Julio intercambian posturas opuestas frente al destino de un par de acacias plantadas en la vereda de su casa, en Banfield. Uno de esos árboles, según la conclusión de la mujer, está seco, no tiene futuro; y puede ser peligroso para los que caminan por allí. Para su esposo, que lo plantó cuando nació uno de sus hijos, ese mismo árbol tiene todavía esperanzas de seguir vivo.

Trabajo obsesivo

"¿Hay entre los árboles una dicha pálida,/final, apenas verde, que es un pensamiento/ya, pensamiento fluido de los árboles,/luz pensada por estos en el anochecer?" dice un poema de Juan L. Ortiz (de El alba sube , 1937), con el que Fontán abre su relato, el que cumple la función de abrir camino a su propia metáfora acerca del paso del tiempo en esos seres queridos y aquel árbol, los mismos que lo acompañaron en su niñez y juventud.

Fontán recurre al esquema de Erice en El sol del membrillo al tomar apuntes acerca del discurrir del tiempo. Mientras el cineasta español siguió cuerpo a cuerpo a López mientras tomaba como modelo a un membrillo del jardín de su casa tal como era iluminado en un momento preciso, trabajo que se convirtió para uno y otro en una obsesión, el argentino sigue a sus padres y esos árboles, de acuerdo con las diferentes luces y colores de las cuatro estaciones, en un rodaje que duró dos años: los acaricia con su mirada.

Es en ese punto en el que tiene protagonismo la sorprendente fotografía de Diego Poleri que consiguió tanto en la primer copia digital (vista en el Bafici) como en la actual fílmica (que demoró más de seis meses en terminar), un singular registro de los verdes vegetales, de los claroscuros y del juego expresivo de las luces sobre los rostros.

También tiene papel protagónico la banda de sonido, sus ruidos apenas perceptibles, las voces, el agua que fluye de diferentes formas, responsabilidad de Javier Farina.

En El árbol no hay palabras de más ni de menos, tampoco imágenes que no cumplan un papel dentro de un todo que se va completando y ajustando minuto a minuto, y cada reflexión tiene que ver con la excusa elegida por el director para hablar del paso del tiempo, un tema que le preocupa, como a todos, incluso más que la muerte.

"El árbol" - Críticas

(Publicadas originalmente en el Blog anterior)

Un poema sobre el tiempo y la muerte (Crítica de Horacio Bernades; Diario Página 12, del 2-2-07)

El cuarto largometraje de Gustavo Fontán se mueve entre la vigilia y el sueño.

Se diría que es el sueño, y no la realidad, el que rige tonos, tiempos, el modo en que las imágenes de El árbol se escancian e intercalan.

Así lo explicita (sin el menor subrayado, dejando que sea el espectador quien lo advierta) una escena en que la protagonista anuncia que se va a dormir, tras lo cual se sucede una breve serie de imágenes cuasi fantasmales, intangibles, desligadas de todo hilo narrativo.

Sin embargo, todavía, esas imágenes son lejanamente reales y concretas, como suelen serlo las de los sueños.

Y eso que, se supone,

El árbol sería algo así como un documental, en el que los padres del protagonista discuten si talar o no una vieja acacia, situada al frente de su vieja casa de Banfield. Eso sería todo, y sin embargo es casi nada: lo que parece interesarle a Gustavo Fontán (Buenos Aires, 1960) no es tanto la imagen visible como la latente, esa que se vislumbra entre un plano y otro.

Expresión, tal vez, de otras fronteras: la que está entre la vigilia y el sueño, entre lo tangible y lo inaprensible. ¿Entre la vida y la muerte?.

Cuarto largometraje de Gustavo Fontán (contando documentales, ensayos experimentales y películas de ficción, films estrenados e inéditos), El árbol es uno de esos diamantes frágiles, luminosos y casi secretos que cada tanto el cine argentino entrega, y de los que películas como Hamaca paraguaya y Porno son muestra reciente. No hay una sola imagen de El árbol que no haya sido tomada de la realidad. Es más: el entorno, la argamasa con la que Fontán trabaja, es fácilmente adscribible a un realismo barrial argentino, con casas viejas, patios, glicinas, la presencia de los vecinos y la cocina como núcleo cotidiano.

Si en su punto más bajo ese realismo pare el costumbrismo (el propio Fontán había quedado atrapado ahí, en su hasta ahora único largo de ficción, Donde cae el sol, de 2002), aquí el realizador hace la operación inversa y lo eleva hasta la abstracción, con un simple procedimiento de mirada. El procedimiento consiste en observar el detalle mínimo antes que el hecho, lo que queda fuera del campo de acción en lugar de lo que ocupa el centro, aquello que suele darse por
conocido y sin embargo una mirada distinta puede iluminar como si fuera nuevo.

El método queda claro de entrada, antes de los títulos incluso, cuando se ve a la sesentona María (María Merlino, madre del realizador) realizando el más banal y mecánico de los rituales: colgar ropa en el patio. Al filmarlo en planos-detalles (el broche, la mano que lo engancha, la brisa que acaricia la ropa, las gotas que caen sobre el piso) de pronto, súbita y milagrosamente, ante los ojos del espectador colgar la ropa ha pasado a ser algo distinto. ¿Ha pasado a ser qué?

Básicamente, una cadencia casi musical de tempos y de luz, en la que el modo en que el rayo del sol incide sobre el plano y el tiempo en que cada plano se expone y se entrelaza con los que lo siguen y anteceden lo es todo.

Suite visual y musical en 65 minutos, no es que El árbol no tenga temas de los que hablar. Muy por el contrario.

En principio está la cuestión de la acacia, que no es una sino dos. Dos acacias contiguas, plantadas frente al hogar de los Fontán, de copas entrelazadas. Dos acacias tan viejas como los dueños de casa, que están en esa edad en la que se mira pasar el tiempo (como sucede sobre todo con él, con Julio), se vive entre recuerdos de muertos queridos (como es el caso de ella, de María) o se proyectan viejas diapositivas sobre la pared (como hacen ambos).

María quiere podar la acacia seca. Julio se resiste a hacerlo y riega la corteza carcomida en primavera, como si el tronco no estuviera invadido ya de hormigas y babosas. “Me parece que lo que pasa con tu abuelo es que como plantó el árbol cuando nació tu papá, no quiere tirarlo abajo”, le dice María al nieto, cuyo padre podría ser (o no) el propio realizador.

Si un tema discurre claramente a lo largo de El árbol es el tiempo. Y su primo, la muerte. El tiempo está presente en la piel apergaminada de María y Julio, en el modo lento en que los pies de ella se arrastran por los pasillos, en la manera en que él revisa su museo de anteojos personales y no logra encontrar el que usa, en el canturreo de la voz de ella, cuando recuerda su reiterado sueño de todas las noches o enumera el nombre de los parientes que ya no están.

Pero también en el modo en que el agua con la que se baldea el patio se filtra lentamente entre las lajas, desparramándose como si fuera el tiempo mismo.

¿Puede llegar a ser profundamente sobrecogedora la simple imagen del agua discurriendo en todas las direcciones, como sucede aquí? ¿Por qué, en tal caso?.
Difícil precisarlo, pero daría la sensación de que la delicada manera en que Diego Poleri persigue el sol y sus reflejos, los sonidos captados por Javier Farina y los planos que Marcos Pastor funde y encadena como acordes tienen todo que ver con ello.
El árbol se abre con una muy pertinente cita del poeta entrerriano Juan L. Ortiz, sobre el que el realizador prepara un próximo trabajo. Del mismo modo, ha filmado ya documentales sobre los poetas Jorge Calvetti y Jacobo Fijman, sobre Marechal y Macedonio.
Es posible que El árbol –que se exhibe en cuatro salas porteñas, en impecables copias de 35 mm– no necesite hablar de poesía, simple y definitivamente porque lo es.

Puntaje: 9
Argentina, 2006.
Dirección y guión
: Gustavo Fontán.
Fotografía: Diego Poleri.
Intérpretes: Julio Fontán y María Merlino.

Reedición de notas anteriores (Parte 1)

(Reedición de la Nota Publicada en el Blog anterior, el Domingo 7 de enero de 2007 - Gacetilla de Prensa)

"EL ARBOL", una película de GUSTAVO FONTAN


- Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, 2006 - Competencia Argentina
- Festival Internacional De Cine de Polonia Sección Era New Horizons
- Muestra de Cine Argentino, Uruguay
- Festival Tandil CineFestival Internacional de Cine Pantalla Miramar


"¿Hay entre los árboles una dicha pálida,final, apenas verde, que es un pensamientoya, pensamiento fluido de los árboles,luz pensada por estos en el anochecer?"

Juan L. Ortiz


Sinopsis

Frente a la casa de MARÍA y (67) y JULIO (69), hay dos acacias, muy viejas. Sus ramas están enlazadas y parecen formar una sola copa. Una de ellas tiene toda la apariencia de estar seca.

Cuando llega la primavera y reverdecen, no es posible distinguir si las hojas crecidas son de uno o de los dos árboles.

MARÍA y JULIO discuten: ella cree que está seca y que hay que tirarla abajo; teme que se pueda caer sobre alguien. Él duda, cree que no está muerta todavía, y la riega, como en un acto de fe.

JULIO plantó esa acacia cuando nació uno de sus hijos y no le es fácil admitir lo que MARÍA dice. Enlazada con este conflicto se teje la vida de dos personajes en una casa de más de cien años. La visita de algún vecino, una fiesta, los recuerdos y los fantasmas, la lluvia y los sueños, las acciones reiteradas día a día, las estaciones, las variaciones de las luces y de las sombras, construyen la trama, para que todo, silenciosa e irreversiblemente, nos hable del paso del tiempo.

Sobre el proyecto - La cercanía emocional

“La casa donde se filmó la película es mi casa natal, en Banfield, un barrio del Gran Buenos Aires, levantada por mi bisabuelo hace más de cien años, y MARÍA y JULIO, los protagonistas de EL ARBOL, son mis padres.

Los árboles, las dos acacias, son parte de mi propia vida ya que, desde que tengo conciencia, estuvieron allí, como un símbolo del paso de los días y de las estaciones: el verdor de las hojas en la primavera, el resplandor luminoso de sus copas después de una lluvia en el verano, la caída de las hojas, cercana a su explosión en ocres y amarillos, la negritud de las ramas -espectrales a veces- en el invierno. Ya que la intención de la película es más poética que narrativa, considero importante esa cercanía emocional con los elementos del relato -no por una intención autobiográfica, que no la hay- sino porque me permite explorar en sensaciones, imágenes y sonidos, con más claridad”.

Poetizar lo cotidiano

“Aunque el conflicto -la discusión sobre si el árbol está seco o no- estructura el relato, le da cuerpo, la mirada se detiene y penetra en las cosas más simples: la sombra de una planta, las señales del nacimiento del viento o de la lluvia, el silencio de JULIO, los sueños de MARÍA, o las acciones cotidianas, como hacer la cama o la comida, colgar las sábanas lavadas, o barrer el patio.

Creo que hay algo de eterno en el pequeño suceso, en la modificación íntima, en las alteraciones de lo que vive y es rozado -siempre y de manera natural- por la muerte. Los ciclos, el paso del tiempo”.


Tratamiento estético

“La luz, la atmósfera de cada estación, era parte constructiva de la estética. El tiempo hecho pura instancia física. Por eso, el rodaje se realizó a lo largo de todas las estaciones del año. Las jornadas eran muchas veces la caza de la luz natural apropiada.

El sonido requería un tratamiento específico: partiendo de la referencia había que “extrañarlo”. El rodaje, por lo tanto, tuvo también varias jornadas de captura de sonidos en la casa, es decir un minucioso registro de los péndulos de los relojes, de losambientes en las distintas estaciones, de los crujidos de la madera, por ejemplo, para luego trabajar todo lo registrado cuidadosamente en la postproducción de modo que le aporte el clima apropiado a los distintos segmentos de la película.

Las pausas del rodaje, por otro lado, en relación al trabajo con las estaciones, nos permitieron trabajar en el montaje durante un año y medio. Se rodaba y se editaba. Se buscó en el montaje la fluidez en el paso del tiempo, una cadencia en las alteraciones emocionales, una unidad perceptiva y rítmica, y una asociación de objetos en leves metáforas”.

Gustavo Fontán


Ficha Artística y Técnica

PROTAGONISTAS: Julio Fontán y María Merlino
Argentina, 2006, 35 mm, 65 minutos
DIRECCION Y GUIÓN: Gustavo Fontán
PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Stella Maris Czerniakiewicz
DIRECCIÓN DE FOTOGRAFIA Y CAMARA: Diego Poleri
DIRECCIÓN DE SONIDO: Javier Farina
MONTAJE: Marcos Pastor


Acerca del Director

Gustavo Fontán nació el 24 de diciembre de 1960 en Buenos Aires. Se graduó en la LICENCIATURA EN LETRAS en la Facultad de Filosofía y Letras de la Univ. de Buenos Aires y en DIRECCION DE CINE en el Centro Experimental de Realización Cinematográfica (ENERC).

Desde 1993 y hasta la actualidad dicta cursos de Guión y Dirección de Cine en el Centro de Investigación en Video y Cine de Buenos Aires (CIEVIC), además de dar clases desde 1996 en la cátedra “Lenguaje Audiovisual” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Durante los años 2002 y 2003 tuvo a su cargo la Cátedra de Guión Cinematográfico en la Carrera de Cine Documental de la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo, y ha dictado talleres y seminarios sobre distintos aspectos del lenguaje cinematográfico en Instituciones como el Centro Cultural Rojas y la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires).

Fuera de Argentina, desde 1996 dicta seminarios sobre Lenguaje Cinematográfico y Dirección de Actores en el CECC (Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña, Barcelona) y ha brindado conferencias en la IULM de Milán, en la Universidad de Navarra y en la Universidad de Minnesota.

Además de dedicarse a la actividad cinematográfica, ha dirigido obras de teatro entre las que se destacan Del maravilloso mundo de los animales: "Los corderos", de Daniel Veronese, "El despojamiento", de Griselda Gambaro; "El acompañamiento", de Carlos Gorostiza y "Ojalá venga pronto el pájaro del río" y "Umbral para dos solos", éstas dos últimas de su autoría.

En el ámbito de la literatura, ha publicado los libros de cuentos "La voz del sospechoso" (Corregidor, 1993) y "Los días vacíos" (1990).

Sus textos (poemas y cuentos) han aparecido además en diarios como La Nación y La Prensa, El litoral de Santa Fe y en revistas literarias como Amaru y Puro cuento, entre otras.

Participó también en las antologías "Cuentistas premiados" y "Al filo de la imagen" y fue incluido en las trilogías poéticas "Esa luz que retoña" y "Somos".

Filmografía

- EL ARBOL (Largometraje. 2006. Dirección y Guión)

- LA COSTA ERRANTE (Largometraje rodado en España. Producción de Grup Cinema Art, de Barcelona. Será estrenado durante 2007. Guión y Dirección)

- EL PAISAJE INVISIBLE (30 min. Documental sobre el poeta jujeño Jorge Calvetti. 2003. Producción, Guión y Dirección. Coproducción con Grup Cinema Art, de Barcelona. Fue estrenado en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. En el Festival de Santa Fe 2003 obtuvo el Premio Especial del Jurado. Participó en los Festivales de Mar del Plata, Lérida y Toulouse, 2004). Fue estrenado en el MALBA; oportunidad en la que también se proyectaron las otras películas sobre escritores realizadas por Gustavo Fontán.

- DONDE CAE EL SOL (Largometraje con Alfonso De Grazia y Mónica Gazpio. 2002. Producción, Guión y Dirección. En 2002, participó en el Festival de Mar del Plata, Festival de Olavaria. En el Festival de Lérida, 2003, obtuvo el Premio del Público. Compitió en el Festival de Toulouse, 2003. En el Festival de Viña del Mar 2003, obtuvo el Premio Especial del Jurado. Se estrenó en nuestro país el 19 de junio de 2003)

- MARECHAL O LA BATALLA DE LOS ANGELES (63 min. Documental. 2001. Guión y Dirección. La película contiene las únicas imágenes documentales del escritor argentino Leopoldo Marechal).

- RITOS DE PASO (60 min. Video. 1997. Guión y dirección. Trabajo experimental vinculado a la figura del filósofo y escritor argentino Macedonio Fernández).

- CANTO DEL CISNE (20 min. 16 mm. 1994, Guión y Dirección. Trabajo de estructura lírica en torno a la figura y la poética del poeta Jacobo Fijman, que vivió 30 años en un psiquiátrico -el Hospital Borda-).

- LUZ DE OTOÑO (30 min. 16 mm. 1992. Guión y Dirección.)

Otros trabajos en cine

Colaboró en el guión de LA CRUZ DEL SUR (largometraje escrito y dirigido por Pablo Reyero que compitió en el Festival de Cannes, 2003 y fue estrenada en Buenos Aires en el 2004). En 1994 participó como asistente de dirección en dos documentales producidos por Lita Stantic: MARIQUITA Y PERICHONA (Dirección de Clara Zapettini) y REGINA (Dirección de Laura Búa).

Críticas

- Revista Variety / Robert Koehler- “La exquisita película alternativa de Gustavo Fontán, El árbol, construye una experiencia resonante (...) la película es un triunfo del cine personal”.

- Diario Clarín / Diego Lerer- “En El árbol, Gustavo Fontán recupera ciertos ensayos documentales familiares al poner su cámara en la casa de su familia y lograr una pintura íntima y privada”.

- Diario La Nación / Claudio Minghetti- "Fontán consigue emocionar, y mucho, gracias también a la excelente fotografía de Diego Poleri, que (no es exagerado) recuerda a la de "El sol del membrillo".

- Página 12 / Horacio Bernades- "El árbol, de Gustavo Fontán, a fuerza de pura observación logra dotar a lo cotidiano de un aura que rodea lo sublime”.- Revista El Amante / Gustavo Castagna- “El árbol es eso: una confianza poco habitual en tempos narrativos, parsimoniosos y cautos, en valiosas y certeras reiteraciones de momentos cotidianos (...) Sin deslizarse nunca por los caminos trillados en este tipo de historias de vida. El árbol expresa su interés a través de un extraordinario trabajo de la cámara y de la luz (...) El triunfo mayor es apelar a una emoción contenida, acaso el camino más complejo de obtener cuando se hace cine”.

- Sin aliento (Diario del Festival BAFICI) / Máximo Eseverri- “Nunca una película tan extrema estuvo a la vez tan llena de paz: Fontán realizó este largometraje con sus propios padres de protagonistas y su casa natal como escenario, recorrido con sensibilidad poética y precisión microscópica. El árbol es una película sobre la espera y sobre la muerte, con la habilidad suficiente para evitar ser un film sobre la espera de la muerte”.

- Catálogo del BAFICI / Alejandro Ricagno- “El árbol nos roza casi materialmente en su reflexión sobre el paso del tiempo, las ausencias, y el delicado trabajo del cine como pudoroso testigo de nuestra finitud. Como en aquel “olmo centenario” del que hablaba Antonio Machado, El árbol de Fontán es a la vez melancolía de lo que pasa, y celebración de lo que resiste. Como a la espera de “otro milagro de la primavera”, milagro también del CINE que busca una instancia de poesía no declamada, de un soplo que nos roza y nos obliga a remontarnos en nuestra propia, íntima genealogía de memorias”.

Para mayor información, entrevistas y/o material fotográfico por favor comunicarse con la oficina de Prensa & comunicación, Sra. Lola Silberman. Contacto: Marisol Rivas+ ( 54) 49 42 60 39. E-mail: marisol@lolasilberman.com.ar - Web Site: www.lolasilberman.com.ar. Domocilio: Av. Independencia 2042 - Dto. 2 - CP. 1225 - Buenos Aires - Argentina. Horario: lunes a viernes, de 11 a 19 hs.

"Donde cae el sol", primer largometraje de Gustavo Fontán

(Reedición de la Nota publicada en el Blog anterior, el lunes 1 de enero de 2007 - Trailer "Donde cae el sol")

"Donde cae el sol" es el título del primer largometraje de Gustavo Fontán. Filmado íntegramente en su ciudad natal, Bánfield, en el gran Buenos Aires, cuenta la historia de amor entre Clara (Mónica Gazpio) y Enrique (Alfonso de Grazia), un hombre 30 años mayor.

Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Argentina (Edición 2002), fue galardonada con el Premio del Público en el Festival de Lérida, España (Marzo de 2003) y con el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Viña del Mar, Chile, del mismo año.

Más información sobre la película se encuentra alojada en Internet Movie Data Base, www.imdb.com (IMDB).


El árbol: Crítica de Variety

(Reedición de la la crítica realizada por Variety, revista especializada de la industria del espectáculo fundada en 1905, publicada originalmente en el Blog anterior. Se exhibe en su idioma original)

Buenos Aires -"The Tree" (El Arbol) (Documentary - Argentina) - By ROBERT KOEHLERA

Tercera Orilla presentation of a Stella Maris Czerniakiewicz production. (International sales: Tercera Orilla, Buenos Aires.). Executive producer: Czerniakiewicz. Directed, written by Gustavo Fontan. Camera (color, DV), Diego Poleri; editor, Marcos Pastor; sound, Javier Farina. Reviewed at Buenos Aires Independent Film Festival, April 13, 2006. Running time: 65 MIN.With: Julio Fontan, Maria Merlino.

"Gustavo Fontan's exquisite alternative pic "The Tree" builds a resonant experience from the filmmaker's father trying to figure out what to do with a dying tree in his Buenos Aires yard.

Filmed on superbly realized high-def video over a few seasons in Fontan's boyhood home, where parents Julio and Maria still live, the pic is a triumph of personal filmmaking, drawing universal feelings out of specific details. This is a gorgeous fest item and counterprogrammer to just about anything, and should find a passionate international following on vid.

Maria is certain the tree, planted the day Fontan was born is dead; Julio isn't sure, determined to find some way to keep it alive. Fontan isn't interested in the psychological background of this gentle, low-key disagreement, and avoids making judgments about the merits of either perspective.

Rather, Fontan's eyes (with gifted lenser Diego Poleri) are trained on the tiny details of everyday existence: The outside leaves swept up by Maria's broom, Julio's various eyeglasses, the army of ants crawling in and out of the dead tree, and most impressively, the shifts in weather from startlingly sunny to the growling rainstorms that appear to have the final word in the tree's fate.

The faces of young and old in Fontan's extended family become part of a fascinating mosaic, and a lovely tribute to the role families hold in Argentine life.


The film's aural scape (sound man Javier Farina making a crucial contribution) is a stunning montage of natural sound that adds to the pic's poetic feel. Vid lensing recalls the heights of Sven Nykvist's work with Ingmar Bergman, and will convince skeptics that HD cinematography is a real tool for artists.

Disponible en: http://www.variety.com/review/VE1117930411.html?categoryid=31&cs=1el