martes, 28 de agosto de 2012

Diario de EL ROSTRO (7)



20 de julio de 2012
Todavía es de noche cuando llegamos a la orilla. Maldonado nos espera con los botes listos.
Siempre hay algo de inquietud en el arranque. Uno a uno nos saludamos, fraternalmente. Ya no hay palabras, salvo las indispensables.

Más allá, cruzando el río, las islas son todavía manchas oscuras, pero por un rato nada más. Después, serán una línea franca, territorio de sauces pelados y espinillos.

Nos subimos a los botes y nos internamos en el Paraná. No hay bruma. Pero hay un aire limpio de invierno, un silencio único.
Después de un rato, Luis nos avisa: "Ya tenemos la luz".
Estamos en camino.

22 de julio de 2012
La bruma no es un capricho, ni una mera intención estética. La bruma es el hilo sutil entre La orilla que se abisma y El rostro. El deslizamiento de una película a la otra. La esperaremos con paciencia.

24 de agosto de 2012
Llovizna por la mañana. Dos botes se mecen en el agua en un espacio densamente gris. La duración de ese vaivén habla. Durante un buen rato escuchamos lo que nos dice.

Más tarde, desde el río llega Daniel Godoy, un viejo pescador. También nos habla y nos tomamos el tiempo para escucharlo. Recuerda (la palabra es imprecisa, porque hay algo de tiempo vulnerado en su relato) una gran tormenta en el río. Nos cuenta los detalles: desde dónde llegaba el viento, cómo entraba el agua a su canoa,  cómo se hizo de  noche en unos instantes. Se le ensanchan los ojos cuando habla, como si un espejismo trajera de nuevo aquella "noche": no sé si me dormí, me daba miedo caerme y que me coman las palometas...me perdí en el tiempo, nos dice.

No hay desesperación en esa historia: hay que intuir el verdadero significado, el puente que se traza entre las palabras y sus emociones. Porque más tarde dice: estoy cansado, me dan ganas de subirme a la canoa, con mis cosas, y perderme.

Los ojos vuelven a ensancharse cuando cuenta que tocaba una flauta para que la gente de la isla bailara en la arena en patas. Ríe, vuelve a ser feliz, lo sabemos. Entonces, los ojos ensanchados, repletos de imágenes recuperadas, lloran por primera vez.
Sólo grabamos su voz. Y un par de imágenes mientras achica el agua de su bote.  Respetamos su pudor.

25 de agosto de 2012
Esta mañana, el río nos regaló la bruma deseada. El invierno está a punto de marcharse y casi nos resignábamos a la ausencia de niebla. Fue Gustavo S. el primero que señaló una leve columna blanca que empezaba a alzarse del agua mientras nos subíamos a los botes.
En la bruma anduvimos una hora.
El silencio es una condición.
Al llegar a la isla, una enorme felicidad en todos.

Para festejar, Maldonado, nuestro baqueano, cocina un enorme patí. Lo corta en postas  y lo fríe   en grasa. Gustavo S., Huerto, Rodrigo, Gustavo H., Luis, Abel, Maldonado y  yo, comemos el patí con las manos, al sol.

sábado, 18 de agosto de 2012

Diario de EL ROSTRO (6)


18 de julio (Por la tarde)
Bote, agua, orilla.
Bote, agua, luz, orilla, espinillo.
Hojarasca, camalotes, agua, bote, perro, ramas, rancho, fuego.
Hombre.

Hay que transformar las astillas del mundo que tenemos a mano en una visión.

18 de julio (Por la noche)
¿Hay algún vínculo entre visión y experiencia?
¿Es indispensable la experiencia para transformar esas astillas en una visión?

La experiencia no es un pensar en el mundo, sino que, en un inicio, es la certeza sensible de un estar en el mundo y de formar parte de algo que nos excede y nos resignifica. Uno sale siempre alterado de la experiencia: hay algo que nos impregna, una duración de lo otro en nosotros, que es siempre el origen de un nuevo conocimiento. La experiencia nos arrebata los ojos fosilizados y nos otorga una mirada enriquecida.

Lo que entiendo, también, es que la experiencia no es necesariamente el contacto con aquello inmensamente lejano; por el contrario es la inmersión en lo contiguo. La revelación que nace en su vientre es, en apariencia, insignificante; no son verdades dogmáticas o grandes paradigmas filosóficos. Lo que vemos es el rostro velado -desvelado en la experiencia- del mundo cotidiano. Vemos en las fisuras de lo familiar, en el hueco de nuestros prejuicios. Por eso, el cine no exige los ojos más allá, sino más acá, más humanos.

Tal vez: sólo la experiencia, inscripta sensiblemente en la película, puede transformar esas astillas del mundo en una visión.

19 de julio (en Paraná, por la noche)
Luis me dice que tendríamos que estar a las seis en la orilla y que el sol, en el inicio, estará frente a nosotros y, luego,  en el camino hacia la isla,  a la izquierda de nosotros. Me dice también que mañana no habrá bruma. 

Una breve charla telefónica con Gustavo. Un repaso rápido de lo que no tiene que olvidarse: bolso, gorra, abrigo.

jueves, 9 de agosto de 2012

Diario de EL ROSTRO (5)


6 de julio de 2012 

Ahora : el vínculo entre los muertos y los vivos no es de distancia (salvada por el recuerdo). La relación se expresa como tensión entre distancia y cercanía. Los objetos, las acciones, los olores, la luz, traen al otro, lo presentizan.  Pero esa presencia es a su vez una fuga, un agujero. En esa tensión de aparición/desaparición, de distancia/cercanía, debemos construir el vínculo entre los personajes.
“Algo así -me dice Abel Tortorelli- debe suceder con cada sonido: debe reponer el mundo y debe ocultarlo. Lo que aparece puede desaparecer y volver aparecer, pero siempre queda algo residual, algo que se acumula”.
Recordar: Los pasos del que pasea/ se convierten en lugares. /  Mientras se presenta ante/ el laberinto de los años/ se asoma al pozo de su cuerpo”. (Arnaldo Calveyra)


16 de julio de 2012

Releo las primeras notas: ¿Por qué fiesta triste?
¿Podremos pensar el reencuentro con los muertos desde cierta vitalidad que nos exima de la tristeza?
Se lo pregunto a una amiga y me responde: “Creo que la clave está en pensar que lo único que puede producir el milagro de reencontrarnos con nuestros muertos es nuestro anhelo interior de compartir con ellos la alegría. Nadie quiere volver a ver a los suyos para compartir las tristezas. Si yo pudiera elegir, querría volver a escuchar la risa de mi papá antes que nada y poder contarle las cosas buenas que me pasan. Si no me garantizaran eso, no tendría el menor sentido el encuentro”.

La película debe ser el trayecto hacia la fiesta.
En El árbol y en La casa también hay escenas de fiesta. Sin embargo, la mirada extraña esa celebración y se manifiesta algo del orden de lo siniestro. En El rostro, la fiesta debe ser la expresión de la alegría del reencuentro. Lisa y llanamente.
(Cuidado: pensar en los límites que tiene la mirada entonces).

18 de julio de 2012

¿Puede haber sobre el mundo una mirada más o menos inocente, como si miráramos por primera vez? ¿Puede el plano, en esa inocencia, registrar un perro, un bote, el agua, un cuerpo, un rostro, en una expresión simple, cruda? ¿Estará la alegría en este encuentro sencillo con el mundo?

miércoles, 1 de agosto de 2012

Diario de EL ROSTRO (4)

10 de junio de 2012
Dice Juan José Saer:
"Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,
 nadie niega, pero habría que desandar,
salir, si fuera posible, del centro de la noche,
y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo".
Será necesario encontrar las fuerzas.
Me pregunto si el río tendrá un poder reparador, balsámico. Tal vez,  pero no hay tablas de salvación.
En este viaje, El rostro sólo puede ser un balbuceo, visceral y torpe.

11 de junio de 2012
La conciencia del fracaso.
Hay que crear con la conciencia del fracaso.
Hay que filmar El rostro (y todo lo que siga) con la conciencia del fracaso.
Es humano


29 de junio de 2012

Vemos con Mario Bocchicchio los materiales de archivo que ya tenemos. Comentamos dos cosas dos fundamentalmente:
La primera, vinculada a la relación cuerpo humano – naturaleza. Hay algo que nos interesa del plano general donde el cuerpo queda señalado como tal, pero sin identidad, sin señas más que la de un cuerpo en un espacio. Hay una tensión entre el ver y no ver, entre el saber y no saber, que lo vuelve misterioso y desata el deseo de ver.
En segundo lugar, la acción de ese cuerpo siempre es “cruda”, necesaria: hachar, cocinar, remar, mover las vacas…
Esa noche Mario me escribe:
(a veces pienso que "el concepto naturaleza" mató a la naturaleza)
¿Quizás la naturaleza finalmente haga visible el rostro, en el continuo, en una pesca, en un pantano, con los árboles o una fuerte corriente de río o porque pasa el tiempo en nosotros y la sangre nos corre por las venas y afecta al sistema nervioso central o lo que sea de la muerte y la violencia?
¿Quizás es la naturaleza y su "impunidad" la que ilumina?
¡Guarda con los muertos! ¿Ellos aparecen "en" la naturaleza o "con" la naturaleza o "en" el hombre que llega a la isla o "con" el hombre que llega a la isla? A mí me gusta más "con" que "en", mucho más.

30 de junio de 2012

¡Prestarle atención a la película que empieza a definirse  en la intersección de las ideas y de los primeros materiales!.