domingo, 26 de abril de 2009

159 SS Autopista, un libro de Claudio Pérez

En la portada, además del título del libro y del autor, se anota: “Textos fuera de registro”. Esta brevísima mención es inquietante, ya propone un modo de ingreso, un enigma, ¿un destino?

Hay dos grandes movimientos en el libro: uno continuo, vinculado al viaje que Pérez hace diariamente desde Ezpeleta hasta a su trabajo en Capital Federal, y uno discontinuo, jugado en los intersticios, donde aparecen una serie de textos autónomos, es decir sin continuidad narrativa, textos que obedecen, uno tiene derecho a pensar, a las diversas preocupaciones e intereses del autor, variados, múltiples, como, por ejemplo, los grabados de Hilda Paz, los diversos desamparos políticos, o las revelaciones ocurridas en el seno, siempre fantasmal, del Bar El Destino.

A su vez, la continuidad del viaje, implica otra fragmentación. Permanece el viaje pero se altera lo observado. Retazos, impresiones sobre un alma. Esos fragmentos del mundo se ofrecen a los ojos y al espíritu y enseguida son presas de su fugacidad. Y vienen otras cosas en su reemplazo.

Todo se fuga, como la luz. Pero deja huella. Deja un tiempo sin tiempo. Deja texto.

Por su característica esencial, el libro es ideal para ser leído en los viajes. Sobre todo si esos viajes son repetidos, monótonos, complicados siempre cuando se va desde el conurbano al centro. Uno descubrirá de pronto un resquicio en su memoria, un retazo aletargado de colores, un conjunto de señales, otros textos fuera de registro, esta vez personales, íntimos. Uno descubrirá de pronto que esos fragmentos, en su suceder, hablan de nosotros. El viaje, es necesario decirlo, cobra entonces sentido, más allá de la urgencia por llegar al trabajo, más allá de la soledad y del cansancio, más allá de los desamparos.

Pérez resiste. Pérez ve retazos de mundo por la ventanilla, y los ordena, los privilegia, les otorga sentido en el montaje. Nada más parecido al cine. Al buen cine, que nos deja resquicios para que nos sintamos vivos. ¿Hay algo, en estos días, más revolucionario que esto?

Gustavo

Para los que quieran comunicarse con Claudio L. Pérez pueden dejar su mensaje en este blog o escribirle al mail clperez@infovia.com.ar

domingo, 19 de abril de 2009

Marfici 2009: retrospectiva de Gustavo Fontán


El MARFICI es el festival de origen privado mas grande del país y uno de los principales a nivel Latinoamericano, tanto si se considera el número de películas participantes, los días de duración o la cantidad de público y medios asistentes.

En el corazón del evento se encuentra la muestra cinematográfica, que abarca más de 100 films y se desarrolla entre los días 2 al 9 de Mayo, en seis o más salas de la ciudad, que incluyen el Teatro Colón, el Cine Olympia, el Cine Santa Fe, la Alianza Francesa, el Centro Cultural Pueyrredón, el Museo del Mar, y otros.

En esta edición, la quinta, los organizadores de este prestigioso festival decidieron exhibir gran parte de mi trabajo como director (*), a modo de restrospectiva.

Será, pues, que tendremos una nueva oportunidad para compartir un grato momento. Los esperamos...

Gustavo

(*). La sección estará conformada por los filmes La madre (2009), La orilla que se abisma (2008), El árbol (2006), El paisaje invisible (2003), Donde cae el sol (2002), Marechal o la batalla de los ángeles (2001), Ritos de paso (1997) y El canto del cisme (1994)

viernes, 3 de abril de 2009

Diario La Nación (Crítica)

Poesía trágica

La madre (Argentina/2007/2009), de Gustavo Fontán. Competencia argentina (29-3-09, 19 hs y 30-3-09, 14.30, en el Hoyts Abasto; 1-4-09, 19 hs, en el Teatro 25 de Mayo).

Gustavo Fontán ( El árbol, La orilla que se abisma ) vuelve a generar sensaciones, esta vez desde una ficción descarnada basada en un veinteañero que debe optar entre la decadencia de su madre, atrapada en una vejez anticipada y la vida como hombre que le espera.

A pura poesía trágica, la del dolor y la culpa que significa la partida para siempre, el cineasta logra poner al espectador en el lugar de este muchacho que debe tomar la primera gran decisión de su vida. Se destaca la fotografía de Diego Poleri.

Claudio D. Minghetti