viernes, 25 de enero de 2008

Entrevista a Gustavo Fontán - Revista MABUSE, Chile

Hola... Hoy quiero compartir con ustedes una hermosa entrevista que me realizó Lucía Carvajal Berland, para la revista MABUSE, de Chile, país en el que estuve hace muy poco tiempo con motivo de la participación de mi última película, El Árbol, en el Festival de Valdivia.

Les prometo volver pronto con algunas novedades.

Gustavo


Entrevista Revista MABUSE, Chile - http://www.mabuse.cl/1448/article-80576.html

Por Lucía Carvajal Berland

El cine de Gustavo Fontán (Buenos Aires, 1960) ha estado permanentemente ligado a la literatura como guionista y realizador de varios filmes vinculados a escritores y poetas: los cortometrajes Canto del cisne (1994), en torno al poeta Jacobo Fijman (que estuvo internado 30 años en un psiquiátrico), El paisaje invisible (2003), sobre el poeta Jorge Calvetti, y los largometrajes Ritos de paso (1997), cinta experimental sobre el escritor Macedonio Fernández, y Marechal o la batalla de los ángeles (2002), dedicado al escritor Leopoldo Marechal.

Es autor de libros de cuentos como Los días vacíos y La voz del sospechoso, antologías poéticas como Somos (1983) y Esa luz que retoña (1984), y ha escrito y dirigido varias obras de teatro.

Licenciado en Literatura de la Universidad de Buenos Aires (UBA), luego cursó estudios de cine en el Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica, dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de Argentina. Su primer largometraje de ficción, Donde cae el sol (2002), fue premio especial del jurado del Festival de Viña del Mar 2003 y premio del público del festival de Lérida del mismo año. La costa errante (2004), largometraje realizado con producción del Grup Cinema Art y el Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña, aún permanece inédito. Ha sido profesor de varias universidades y realizado Seminarios de dirección de actores, tanto en Argentina como en Estados Unidos y Europa.

Poesía y cine

-¿Cómo operó tu tránsito de la literatura al cine?

-Los factores siempre son múltiples. En líneas generales te diría que las palabras no alcanzaban por momentos para dar cuenta de determinadas experiencias. Mi emoción ante un rostro por ejemplo o algunas atmósferas. No sé, ahora pienso que desde bastante chico me gustó mucho la fotografía.
A los trece años mi padre me regaló su cámara de fotos, unos días antes de un viaje a Mendoza. Me encantaba sacar fotos. Hay algo que fue madurando lentamente hasta que empecé a estudiar cine a los 29 años. Ya había publicado un par de libros. Creo que los dos caminos confluyen de algún modo en mis trabajos sobre escritores. Ahora pienso: la cámara que me regaló mi padre, una tía fotógrafa, un abuelo poeta… todo eso no explica nada, pero todo eso está ahí, en el origen, cuando nos pensamos en contexto.

-En el cine, ¿hacia donde diriges tus búsquedas?

-Qué difícil… Lo primero que se me ocurre decir es que cada película es un acto de indagación, un modo de cuestionar el mundo. Ahora estoy trabajando sobre Juan L.Ortiz, un poeta entrerriano (provincia argentina de Entre Ríos), el mismo que encabeza con una parte de un poema el inicio de El árbol.
Es un largometraje documental de una hora y no hay ni una sola palabra y trata sobre el mundo poético del autor, más que sobre la vida o la biografía del escritor. Me parece que el libro es un ámbito más adecuado que el cine para desarrollar una biografía. Juan dijo una vez que "uno no escribe para explicar el mundo sino para devolverle su sagrado misterio".

Hay un pequeño episodio que quisiera contarte. En la esquina de mi casa natal vivía un matrimonio un tanto particular. A ella le decíamos Fina. Mi madre solía barrer la vereda y conversaban. Un domingo de invierno mi madre se enteró que Fina cumplía años y me llevó a su casa para saludarla. Yo tendría unos doce años. Me acuerdo que era un comedor muy grande, y que lo habían dividido en dos con un ropero, en diagonal. Sí, en diagonal. Es decir los ambientes eran dos triángulos.
De un lado había una mesa. Se sentó mi madre. También el marido de Fina y yo. Fina no se sentó nunca. Constantemente aparecía y desaparecía por atrás del ropero. A veces tardaba, a veces salía enseguida. En una de esas salidas apareció con una capa y una capelina y nos disfrazó a mi madre y a mí mientras tomábamos el té. Y volvía a desaparecer y a cantar o a hacer ruidos con papeles y arrastraba los pies…Te imaginarás que yo estaba fascinado. Con el tiempo entendí que en este episodio no sólo había una historia sino también una teoría estética. Porque mucho más importante que lo que ocurría en el sitio que ocupábamos era lo que pasaba detrás del ropero, en el fuera de campo. Creo que en la sugerencia está el poder poético del cine.

-En tu obra está presente la literatura, la afición y el gusto por la poesía. Siempre me pareció que en algunos realizadores hay una ligazón muy fuerte entre poesía y cine.

-Sí, el cine cobró carriles muy narrativos. Y parece que esos carriles narrativos se hicieron exclusivos y excluyentes. Me parece que lo que podríamos llamar mirada poética o ámbito poético tiene en el cine una opción muy poderosa. Yo vengo de la literatura y muchos de mis trabajos tienen que ver con poetas. Allí hay una intersección posible, entre el cine y la literatura, no como adaptación.

-¿Y donde te sientes más cómodo, en la literatura o en el cine?

-Yo me siento muy cómodo en las dos, pero en este momento, más en el cine. Pero en este cine del borde, alternativo. Para mi el arte es experimentación, con riesgo al fracaso.

-Y tu película es arriesgada.

-El riesgo es muy bonito. Me parece que la repetición de los modelos es un lugar incómodo. Y además no hay nada que asegure la repetición del modelo y me aburriría hacerlo. El arte es un lugar de búsqueda y es desde la indagación de la realidad donde uno puede formularse preguntas sobre el mundo y sobre uno mismo.

-Pero qué difícil es saber qué es la realidad…

-Es imposible saberlo, pero a veces creemos que lo sabemos todo. Hay relatos que parecen responderlo todo (risas). Es muy complejo, es una cuestión filosófica arriesgada.

El árbol

El árbol es una película minimalista, conmovedora, de atmósferas, construida de fragmentos de miradas y que involucra a una pareja Mary de 67 años y Julio de 69 que no se ponen de acuerdo si una acacia frente a su casa está seca o no. Lo llamativo es que Mary y Julio no sólo no son actores profesionales sino que son los padres del mismo Gustavo Fontán...

-¿Es esta una historia personal?

-Todos los elementos de la película pertenecen al mundo real de los personajes. Por ejemplo, los sueños que cuenta Mary, son los sueños de Mary. La discusión sobre las acacias es una discusión real, el hermano es el hermano. Hay como toda una observación real y desde allí armé una estructura de guión. Pero no hay nada impuesto sobre esa estructura que le sea ajeno de verdad al mundo de esos personajes.
Me interesaba mucho esa intersección donde la imposición de una estructura de ficción y una mirada estética muy definida, podría cruzarse con lo real. Esa zona de cruce, de intersección donde hay unas huellas de lo real muy poderosas, pero por otro lado hay una estructura, un conflicto de ficción. Partimos con una estructura general, en la que no estaban todas las secuencias, era abierto. Yo sabía que lo podía filmar en un primer año porque tenía todas las estaciones, pero si probablemente algo me faltaba, tenía un segundo año.
Rodábamos 20 días por mes y yo quería, como parte del proyecto, las luces de las estaciones, no íbamos a producir luz. Esperábamos el momento del día en que la luz del patio estuviese como necesitábamos. Trabajé directamente con mis padres en su casa. Sabía que eran los únicos rostros con que se podía filmar esta película

-¿Cuánto tiempo duró el rodaje?

-Fueron casi dos años de rodaje. Paralelamente íbamos editando. Al término del rodaje (18 horas de filmación) el filme estaba prácticamente montado, el armado de imágenes, no el sonido. Para esto se necesita un grupo muy comprometido, que no pierda el compromiso con la película. Ya habíamos trabajado juntos y es un grupo maravilloso.

-¿Y las acacias, están realmente frente a la casa?

-Claro (risas).

-Y ellos qué decían, cómo lo tomaron.

-¿Qué estamos haciendo Gustavo?, decían. No entendían bien. Yo fui aprovechando de mi madre lo que yo creía que ella podía darme. Por ejemplo, cuando ella cuenta algo, le agrega una pizquita de algo mágico y eso lo tomamos. Mi padre tiene una serenidad tal que si yo le digo: párate y mira la lluvia, él la mira sin problemas. Que fueran mis padres yo creía que no era importante en relación al relato, porque no estaba yo. Fue una experiencia muy intensa

-¿Estás de acuerdo en que esta película tiene una mirada documental?

-Podría ser, para muchos es documental. Yo no lo sé. En el fondo es lo mismo, porque me parece que si las pensamos como categorías absolutas, documental y ficción, cerradas y clausuradas, nos perdemos de pensar las intersecciones que es donde creo que se da un juego muy rico de posibilidades. En la medida que las aislamos, nos perdemos ese juego. Este es un filme que invita a penetrar universos de silencios, murmullos, sensaciones, nostalgias…

Efectivamente. Nuestro propósito era el asombro frente a lo cotidiano. Nos dimos cuenta que en el fragmento recuperábamos luces, la posibilidad de maravillarnos, de encontrar determinadas bellezas. Y eso está logrado. Eso nos permitía desligarnos de la acción. No mirábamos que Mary colgaba los pullovers, tratábamos de encontrar poesía en el hecho que ella los colgaba. Ese era el lugar en el que nos colocábamos para pensarlo.

-¿Y cómo fue la recepción del público en Argentina?

-Buenísima. Claro, no es una película para público masivo, pero estuvo 7 semanas en cartelera en Buenos Aires y eso es casi milagroso. Eso fue muy bueno, con 3 copias y una crítica unánimemente favorable. Yo pensé que podría ser más polémico, que la crítica iba a dividirse y no fue así.

-Eso habla muy bien del público en Buenos Aires.

-Sí porque en 3 salas la vieron unas diez mil personas y luego estuvo en el interior. Normalmente estas películas duran un par de semanas, que es lo que nos garantiza el INCAA, como cuota de pantalla. Y la crítica también ayuda. El Amante fue el que arrancó con la crítica. Y cuando publica dos comentarios, normalmente uno es favorable y el otro no. En este caso fueron favorables los dos. La publicación salió como un mes antes que la película se estrenara y eso marcó mucha tendencia.

-¿Cómo ves al cine argentino?

-Creo que hoy hay en líneas generales algo muy interesante y es que no existe la industria en el sentido que entendemos industria, fijando parámetros, directrices. Cada uno hace la película que cree que tiene que hacer. Entonces me parece que hay una gran pluralidad, una diversidad de películas, de miradas, de relatos, algunas mejores, otras menos, otras fallidas. Es lo que me parece que debería conservar el cine.

-Tu dedicación a la docencia es otra de tus facetas…

-Soy docente desde hace 20 años en la Universidad de Lomas de Zamora y en Centro de Investigaciones en Video y Cine, hago seguimiento de tesis de los alumnos que egresan, desde el desarrollo del guión al montaje. Esto me permite renovarme en el contacto con los jóvenes. Me permite reflexionar y siento una responsabilidad frente a ellos de poder acompañarlos. Me gusta mucho. Algunos ya hicieron sus largos como es el caso de Ezequiel Acuña, con Nadar solo y Como un avión estrellado.
Hay una inmensa cantidad de estudiantes de cine en la Argentina. Y los jóvenes traen todo su empuje y buscan su lugar para hacer cosas. Cada corto de los estudiantes, tiene que ver con una búsqueda. Es muy positivo todo. Eso sí, trato con mis alumnos de instalar constantemente el debate sobre cuál es el cine posible para hacer en nuestro país. Cómo se vincula ese cine con nuestras experiencias y con nuestras posibilidades de producción.
Si no nos preguntamos esto seriamente corremos el riesgo de adoptar los modelos "exitosos", hegemónicos, sin cuestionamiento y sin entender que ese camino nos lleva a la frustración de manera irremediable. Los futuros cineastas están en las escuelas. El proceso de renovación viene.

martes, 1 de enero de 2008

Thorpe Running, un amigo...

THORPE RUNNING nació y vive en los Estados Unidos pero se dedicó buena parte de su vida a investigar, escrbir y enseñar sobre la literatura latinoamericana, fundamentalmente la poesía. Como es una de las personas más generosas que conozco y es para mí un profundo ejemplo de amor a la vida, me da mucho placer compartir con todos lo que Thorpe escribió sobre El árbol.

Gustavo

El árbol, un film de Gustavo Fontán

Esta magnífica obra empieza con bellas imágenes de la madre lavando ropa, que nos predicen la importancia de lo visual en esta película.
María, la mujer, es la madre real del autor de la película, lo mismo que el padre, lo que implica la hondura de sentimiento contenido aquí. Pronto hay una escena con el padre probando un sinfín de gafas extrañas pero sin encontrar las suyas.
Esto puede ser una metáfora para su necesidad de aclaración durante la película. El argumento del film se centra en el futuro de los árboles en el jardín. Uno parece estar sin vida pero el padre no quiere admitirlo. Todo esto está disperso -- las escenas saltan, de alguna manera, a diferentes perspectivas, mostrando la vida lacónica de la casa. La madre está convencida de que el árbol está muerto-- dice que hay babosas en un hueco y luego la cámara nos las muestra.
El sentido de nostálgia que subyace en el film crece cuando vemos a los padres mirando diapósitivas de los hijos chicos. Esto les da un sentido de juventud y el paso del tiempo más lento, que contrasta con la situación del árbol que ha estado muriendo lentamente. Un experto viene y confirma que el árbol está muerto pero el padre no puede aceptar el fallo. La madre, con su hermano que está de visita recuerda mucho a su família en el pasado, aumentando el sentido de nostálgia.
Llueve fuertemente y vemos el árbol en frente de la casa. Muchas veces, después de la lluvia hay imágenes de la madre barriendo hojas en el patio que para nosotros es un símbolo del paso del tiempo y de la vida, pero también como un contraste con la falta de producción de hojas del árbol muerto. La madre insiste en remover el árbol muerto y quiere hacer planes para llevar eso a cabo. Pero por fin llueve otra vez, una tormenta, y el árbol no la sobrevive -- se ve inclinado sobre el árbol vivo. El padre sale para verlo y tiene que quitarse una lágrima.
Para deshacerse del árbol muerto, el padre lo lleva al patio donde lo corta en pedazos y lo quema todo estoicamente. Y con esto se acaba el film. Varios elementos de "El árbol" determinan por qué nos afecta tan hondamente. Por ejemplo, el hecho de que el compositor del film está revelando algunos aspectos íntimos de su propia familia nos interesa mucho. La interacción entre los tres protagonistas -- Madre, padre e árbol nos cautiva también.
La semejanza entre su apariencia fisica, por ejemplo, está representada muy claramente. Las arrugas de las manos, y especialmente las de la cara del padre se parecen exactamente como las de la corteza del árbol y también con la piel de la madre. Otro elemento de suma importancia es la cinematografía que en este film es excepcional, mostrándonos, muy líricamente, detalles y efectos intensos. Aunque un poco lenta, esta película de Gustavo Fontán es una pequeña obra maestra, especialmente en su aspecto visual.