domingo, 18 de diciembre de 2011

Hola, amigos!

Amigos:

Hace mucho que pienso en lo que Diana Bellessi dice bellamente en su último libro, La pequeña voz del mundo: “La poesía es la expresión de la desnuda intemperie de un sujeto hablándole a otro, tan cerca y tan lejos”.

Por eso, en este tiempo tan proclive a las reflexiones, quiero compartir con ustedes algunas lecturas.



Un fuerte abrazo y los mejores deseos.


Gustavo


PARA QUE LOS HOMBRES, de Juan L. Ortiz
De La rama hacia el este, 1940

Para que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles o profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar el mundo,
con el semblante emocionado o pasajero de nuestros sueños,
o la armonía de nuestra paz en las soledad de nuestro pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.


CARTA XVII, de Liliana Lukin
De Cartas, 1992

mi querida: una extraña a la otra
y más amor hay cuanto más cartas

(extraño el amor que nos tenemos cuando no estamos
ese cultivo del lugar del otro en la estimación)

una extraña soy ___una mujer extraña
que extraña todo el tiempo ___encontrar
caras que den felicidad

cuanto más cartas más motivo
para el amor y el secreto: escribir para inventar
motivos de amor ___escribir para saber ___escribir

(extraños que aprenden a tocar la cuerda del otro:
caras extrañas que den felicidad)

una extraña soy que se desliza seriamente
por las aristas de la alegría de estar
y como más amor hay cuanto más cartas
escribamos ___extrañemos ___vayamos al encuentro
querida mía ___y que nos dé felicidad


de Tímida hierba de agosto, de Roberto Raschella

Porque a veces es cuestión
de acompañarse nada más,
es cuestión de tenerse
las tristezas en las propias manos
y después mezclarlas una a una,
como un pan de centeno
y un poco de agua en la boca,

es cuestión de caminar y caminar
detrás del instante y de la brizna
ardientes de metamorfosis
en otro instante, en otra brizna,
y mirarse de nuevo las manos
y sentir que ellas endurecieron
de mantenida pasión, es cuestión

de hacer el fuego
con el buen fundamento y
colocar cada leño
en el vibrante punto del aire
y de la piedra hacia afuera,
de amar el verano,
de amar el invierno,
de esperar que el fruto
sazone otra vez,

es cuestión de vivir
nada más, de estar un tiempo
más sobre la tierra.