Antes
de empezar el rodaje de  “La casa”, para
entender cómo filmar la demolición que iba a transformarse en una secuencia de
la película,  asistí a la demolición de
varias casas. Entendí que en ese proceso que puede llevar una semana   hay un conjunto de procedimientos que se
siguen de manera estricta, una lógica de la destrucción que tiene su programa.  La primera etapa es la del  desguace, se saca todo lo que se pueda vender:
puertas, ventanas, hierros, tejas, chapas, tablas del parqué.  Luego,   se  voltean  los cielorrasos  a golpes de maza (en esta etapa vuela por un
buen rato  un polvo fino que vuelve todo
un poco impreciso, fantasmal). Por último, con una pala mecánica se tiran  las paredes y, casi simultáneamente, se  van quitando los escombros del terreno, hasta
que  no queda huella. 
Durante los momentos que compartimos, los
trabajadores de  la empresa  de  demoliciones me explicaron con lujo de
detalles cómo y dónde  golpear para
que  una franja del cielorraso caiga
entera,  o en cuánto tiempo se levanta la
madera del piso de alguna habitación, tratando de no dañarlo. También, con una
perplejidad que duraba y los afectaba, me narraron algunos hallazgos. Por ejemplo,
en una casa que  habían demolido  encontraron una  bodega en el sótano donde quedaba una botella
de vino de 1964. O en otra, los antiguos propietarios  habían dejado en el  ropero dos vestidos de fiesta.
Pienso entonces en el cine. Estoy seguro de
que las películas que me interesan tienen un poder similar. Esa disrupción, ese
desajuste con el mundo y con la serie, es portadora de una carga de extrañeza
que pone en cuestión las costumbres y nuestro saber sobre las cosas. Hay algo
vital en ese corrimiento, algo que nos moviliza y nos interpela.
No
quiero pensar en la serie, en la infinita multiplicación de películas
idénticas, ni en el aparato sofisticado que sostiene y define las
características de  la serie, incluso los
límites de la serie, las transgresiones posibles. No quiero pensar en las
consecuencias feroces de la serie sobre nuestra percepción, nuestras ideas y
nuestras emociones. Quiero pensar en esas otras películas, rebeldes y honestas,
desajustadas del mundo. Encuentro en ellas  un gesto profundamente político.


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