miércoles, 1 de agosto de 2012

Diario de EL ROSTRO (4)

10 de junio de 2012
Dice Juan José Saer:
"Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,
 nadie niega, pero habría que desandar,
salir, si fuera posible, del centro de la noche,
y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo".
Será necesario encontrar las fuerzas.
Me pregunto si el río tendrá un poder reparador, balsámico. Tal vez,  pero no hay tablas de salvación.
En este viaje, El rostro sólo puede ser un balbuceo, visceral y torpe.

11 de junio de 2012
La conciencia del fracaso.
Hay que crear con la conciencia del fracaso.
Hay que filmar El rostro (y todo lo que siga) con la conciencia del fracaso.
Es humano


29 de junio de 2012

Vemos con Mario Bocchicchio los materiales de archivo que ya tenemos. Comentamos dos cosas dos fundamentalmente:
La primera, vinculada a la relación cuerpo humano – naturaleza. Hay algo que nos interesa del plano general donde el cuerpo queda señalado como tal, pero sin identidad, sin señas más que la de un cuerpo en un espacio. Hay una tensión entre el ver y no ver, entre el saber y no saber, que lo vuelve misterioso y desata el deseo de ver.
En segundo lugar, la acción de ese cuerpo siempre es “cruda”, necesaria: hachar, cocinar, remar, mover las vacas…
Esa noche Mario me escribe:
(a veces pienso que "el concepto naturaleza" mató a la naturaleza)
¿Quizás la naturaleza finalmente haga visible el rostro, en el continuo, en una pesca, en un pantano, con los árboles o una fuerte corriente de río o porque pasa el tiempo en nosotros y la sangre nos corre por las venas y afecta al sistema nervioso central o lo que sea de la muerte y la violencia?
¿Quizás es la naturaleza y su "impunidad" la que ilumina?
¡Guarda con los muertos! ¿Ellos aparecen "en" la naturaleza o "con" la naturaleza o "en" el hombre que llega a la isla o "con" el hombre que llega a la isla? A mí me gusta más "con" que "en", mucho más.

30 de junio de 2012

¡Prestarle atención a la película que empieza a definirse  en la intersección de las ideas y de los primeros materiales!.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, el fracaso. Hay algo del fracaso firmando toda obra. El éxito se consume, el fracaso marca y enseña. Siempre creí que lo que convierte una creación en una obra de arte es el error, ese gesto involuntario del artista que denuncia la existencia de lo humano en la obra. El cansancio, lo que no se logra, lo que se fuga.
El mayor de los fracasos es la muerte. Salvo para la naturaleza que procesa toda ausencia. Para nuestra cultura la muerte es una ausencia. Para la naturaleza, apenas un permanente y lento trabajo combinatorio cuyos tiempos exceden en mucho nuestras vidas. Por eso creo que algunas sombras, el obstinado estar de la luz sobre las cosas, debe también estar proyectando los perfiles de un pasado. No el recuerdo de la muerte, sino la memoria de los muertos inscribiéndose trabajosamente sobre el agua, en el follaje, en el polvo o barro de las sendas. Iniciales grabadas en los troncos con signos de un alfabeto que desconocemos.

Laura Bravo dijo...

(...)
Tantas tardes que resbalan:
ya no se sabe
en qué mundo se está, y sobre todo si se está
en un mundo. Se muerde
un fantasma de manzana, mientras sigue merodeando,
como desde un principio, lo oscuro. Destellos
de un sol de invierno en la ciudad
transparente; brillos, rápidos o lentos,
que algunos blanden como pruebas
abandonándose, soñadores, su tibieza. Entre tantas
estrellas, esperanzas: relentes
de un reino animal.

Juan José Saer y ya no se puede agregar nada más. O al menos yo no podría.

Desde la experiencia personal siento que el fracaso es parte de la crudeza vital, del andar. Pero me costó mucho comprenderlo.

Vuelvo al poema:
ya no se sabe
en qué mundo se está, y sobre todo si se está
en un mundo.