sábado, 14 de julio de 2012

Diario de EL ROSTRO (2)

18 de mayo de 2010

Hay otros versos de Calveyra: "¿Y la palabra cedrón, / la palabra borraja, / la palabra llovizna, / la palabra salir al campo?"


Y sigo, con su permiso: ¿Y la palabra nuestros muertos?


¿Será posible que la película sea la tierra donde germinen algunas palabras, algunos sonidos, un conjunto de acciones que se deslicen desde el fondo del tiempo?


Una forma de habitar y no otra, una música y no otra.


¿Cuál es la música que se desliza desde el río y los espinillos, desde los rostros y las crecientes, la luz y la intemperie?


20 de mayo de 2010

Se afirma: Un hombre vuelve a su tierra natal, isla profunda, donde ya no hay nada, a reencontrarse con sus muertos.


Pero, ¿qué significa “a reencontrarse con sus muertos” en términos audiovisuales?


Por ahora, lo único que sé es que la presencia de nuestro personaje concentra, de puro estar nomás. Y viene alguien. Y viene otro. Y aparece un rancho donde no había nada. Y llegan más. Llegan desde lo profundo de la isla y desde el río. Y no hay diferencias entre los cuerpos.


Sus conductas deben tener una fuerte impronta realista. Se comportan como humanos.


Pero por otro lado, la atmósfera, ¿desde la percepción del tiempo? nos debe poner perceptivamente ante una realidad en fuga (hacia el pasado y hacia el futuro), un presente inestable, siempre al borde de la desaparición.


6 de junio de 2010

(después de una nueva visita a las islas)


Las islas están compuestas por grandísimas extensiones de tierra, con montes de madera blanda (sauce, timbó, ingá) en la costa, y pajonales interminables, montes de espinillos, algarrobos y talas, lagunas y esteros, tierra adentro.


Las islas son por naturaleza un espacio cargado de cierta precariedad: las crecientes, siempre voraces, construyen una memoria y un riesgo. Nadie olvida las crecientes; por todos lados hay huellas. Nadie deja de temer a la creciente que puede sobrevenir.


La isla es, por ello, una imagen del antes y del después. Y el presente es un estadio frágil entre dos dolores.


Esta conciencia imprime en sus habitantes, los isleros, una extraña vitalidad. Se vive el presente, el sol y la pesca, los encuentros y el vino, el fogón y los silencios, como una fiesta y una despedida al mismo tiempo.


La isla puede ser también la imagen de un Antes y un Después. UN NUEVO AHORA.


19 de julio de 2010

Llegamos a orillas del Paraná cerca de las 5 de la mañana. Hay viento y varios grados bajo cero.


Vamos a grabar las imágenes iniciales: el personaje se interna en el río, remando, rumbo a la isla. Sólo eso.


Todo está dispuesto: la cámara, una bolex que elegimos especialmente, nosotros, y la bruma. Una bruma densa que parece nacer del río.


Es el momento de empezar a filmar, el fotómetro de Luis así lo indica. Pero la cámara se resiste: se congela y no permite que corra la película.


Después de un rato nos damos por vencidos. La luz ya se ha disparado y se llevó la atmósfera esperada. A tratar de entrar en calor entonces y a volver. (¿Alguna señal?)


Estas dos fotos quedaron como testigos:



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una cámara que se resiste a cumplir su cometido. El deseo frustrado, el plan que no resiste estos embates de una realidad compleja donde la luz que quiere atraparse y la temperatura parecen correr por caminos opuestos.
Si la fotografía robaba el alma de los vivos ¿Restituye el cine el alma de los muertos? ¿Los pone nuevamente entre nosotros? En su búsqueda, el movimiento del ojo del que filma, de la lente ¿describe sólo una ausencia?

Laura Bravo dijo...

Soy hiper fan de Calveyra. El lugar que retratás, la historia que vas narrando y, quizás hasta las imágenes, no pueden menos que evocarlo.
Espero que el blog se consolide como diario de filmación para que podamos ir siguiéndote cuadro a cuadro.
Hace mucho frío acá, en Lanús, lejos del río, puedo entender por qué la cámara se resiste.
Abrazos