A raíz de la publicación de su libro La solitudine (Ed. Casi incendio la casa, 2009), ya les hablé de Alicia Silva Rey.
Alicia está escribiendo desde hace un tiempo un texto maravilloso que se llama La pared.
Con su permiso comparto un fragmento con ustedes.
Gustavo
La pared (Fragmento)
La medianera como tope del camino de lajas. Alta, blanca, lisa. Se puso de espaldas a la pared, como si primero hubiera tenido que alzarse a sí misma desde los talones, apoyando luego las plantas de los pies y finalmente las puntas de los dedos en un movimiento que se le antojaba contrario al de la danza, opuesto al equilibrio, deseado.
Realizó luego la inflexión contraria, puntas, plantas, talones.
La puntada en los huesos, la reminiscencia de la infección.
Puesta de espaldas contra la pared blanca del fondo.
Palpó con la palma de las manos, con la nuca, con las pantorrillas, su textura como si se tratara de un señuelo de otras cosas, “materiales”, se dijo a sí misma que pensaría, “otras cosas materiales”, como si ningún significante hubiera estado en condiciones de definir aquello para lo cual la textura de la pared se comportaba como señuelo; “materiales” era aludir a la condición de lo viviente pero en su carácter de opaco real impenetrable.
Opaco real impenetrable, “material”. Como aquello que se permuta por las monedas del sueño, como lo que del sueño no se permuta por nada que no sea esa cosa definitiva “opaca real impenetrable”.
Giró sobre su cuerpo, su casa. Su cuerpo su casa. Su cuerpo su caza.
Posó la superficie entera de ese cuerpo sobre la pared, ya de espaldas a la casa a la cual, con solo darse vuelta o retroceder desde donde se había posicionado en sí misma, podía darle alcance.
De espaldas a la verdadera casa, sujeta a la cosa material opaca impenetrable que tironeaba desde ella hacia ella.
Si se desprende si
retoma el camino de lajas si
abre la puerta cerrada y
pasa
al otro lado
que la aguarda
en su concreta causa de imposibilidad –no, no a las alegorías, nada de fábulas-.
El aire cavando el interior de la piedra. El lento innumerable estallarse de la piedra en miríadas de partículas pero sin modificaciones externas o visibles; piedra en trance.
Luego cosería con mano impropia aquellas prendas desgarradas. La costura debía corregir y aún reponer las partes ausentes. Cortar, hundir, coincidir, traspasar. A mano alzada, toda aguja, con pequeñísimas puntadas, lo perdido reaparecía a causa de su costura invisible. La tela de reposición, idéntica a la que ya no estaba, copiaba y remedaba a la auténtica. Como si estuviera recordando al revés. Alzó la cabeza, la ventana aún conservaba sus colgajos de niebla que no tardaría en evaporar. Como ciertas sustancias de la materia, en su propio vapor, el mar sublima. Cosería hasta alcanzar la perfección.
Posó la superficie entera de ese cuerpo sobre la pared, ya de espaldas a la casa a la cual, con solo darse vuelta o retroceder desde donde se había posicionado en sí misma, podía darle alcance.
De espaldas a la verdadera casa, sujeta a la cosa material opaca impenetrable que tironeaba desde ella hacia ella.
Si se desprende si
retoma el camino de lajas si
abre la puerta cerrada y
pasa
al otro lado
que la aguarda
en su concreta causa de imposibilidad –no, no a las alegorías, nada de fábulas-.
El aire cavando el interior de la piedra. El lento innumerable estallarse de la piedra en miríadas de partículas pero sin modificaciones externas o visibles; piedra en trance.
Luego cosería con mano impropia aquellas prendas desgarradas. La costura debía corregir y aún reponer las partes ausentes. Cortar, hundir, coincidir, traspasar. A mano alzada, toda aguja, con pequeñísimas puntadas, lo perdido reaparecía a causa de su costura invisible. La tela de reposición, idéntica a la que ya no estaba, copiaba y remedaba a la auténtica. Como si estuviera recordando al revés. Alzó la cabeza, la ventana aún conservaba sus colgajos de niebla que no tardaría en evaporar. Como ciertas sustancias de la materia, en su propio vapor, el mar sublima. Cosería hasta alcanzar la perfección.
5 comentarios:
muy bueno el blog te invito al mio, nos leemos, abrazo
www.bitacoradeunviajedeida.blogspot.com
despúes de tanto tiempo y no pierdes la "esencia".
tienes un criterio maravilloso y cada cosa que expones merece la pena ser leída.
gracias!
Hola Gustavo, vi tu película El árbol, un encanto de poesía. Por azar caí en esta página por la película La orilla que se abisma. Y otra casualidad me llevó a ver esta "pared", donde la ilustra una pintura mía de hace algunos años.
Un gran saludo
Ramiro:
Gracias por tus comentarios. Sería un placer para mí mencionarte como autor de la pintura que ilustra esta entrada. Lo busqué, pero no encontré más datos. Si fueras tan amable, escríbeme a través del Blog. Un abrazo.
Gustavo
hola Gustavo ...siempre veo tus paginas pero no se si te llegan mis comentarios..te felicito por todos tus exitos. si Dios que, en mayo voy a Baires unos dias y me gustaría verte ye llevarte mi ultimo libro de cuentos. un ABRAZO A VOS Y A TODOS.
monica aramendi
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