sábado, 26 de abril de 2008

Crítica: Alicia Silva Rey (Agenda del Sur)

Crítica de Alicia Silva Rey, para Agenda del Sur (http://www.geocities.com/delsuragenda/

La orilla que se abisma, una película de GUSTAVO FONTÁN

1- La pantalla es un campo de prueba donde la materia trabaja. El cielo, el agua, el aire, la tierra, los animales domésticos, los instrumentos de trabajo, el hombre. Sentarse en la butaca del cine y prestarse a su advenimiento. La materia herida por los fulgores de su propia indecibilidad. La opacidad del mundo restallando en colores creados por la luz en el tiempo. La toda luz de una creación danzante en la materia recién nacida. Lo inminente ahí, delante de los ojos, en la oscuridad del cine. Lo que sucede es el tiempo material donde toda palabra parte, efímera, al encuentro de su ser en la luz. En el principio fue el poema pero era tan difícil pronunciarlo. Entonces tuvimos los colores, las formas, los objetos tallados por la luz en la materia informe. Cuando la primera mirada se posó en esa cuna del saber metafísico y no pudo callarlo, nacieron las cunetas del conocimiento que enmascararon tal vez sin querer el ritmo de la materia transtornada pero no la poesía verdadera. Dirán que nadie sabe qué cosa es la poesía verdadera. Es cierto, nadie lo sabe. Pero, de todas las religiones, las filosofías, las ciencias y las artes, sin desestimar nada e incluyendo el conocer en cada acto de la brizna humana, se ha desprendido, se desprende - y por ella nacieron-, la poesía verdadera. De eso se trata, creo, este cine que Gustavo Fontán funda, claro que no solo, pero el rigor y el riesgo de mirar sin atenuantes corre por su cuenta.

2- Los sonidos: el río, el viento, los pájaros, la lluvia, el árbol, las puertas y ventanas en sus goznes, el silencio, la sombra de las colinas sobre el plano púrpura o ciclamen. Y también: el árbol en la lluvia, el río en el silencio, el viento en los pájaros, la sombra purpúrea en los goznes.
Ha de haber quienes no podrán tolerar la sólo acústica del paisaje en la pantalla. Esperarán en vano un decir que ha de llegar, por último, en la voz de Juan L. Ortiz, desde un fondo que se evapora, entonando su poema con el ritmo que la película de Fontán habrá estado modulando antes de ponerle palabra.

3- Lo fuera- de- foco es aquello que se abisma a la orilla de la propia mirada. Por el plano móvil de la pantalla, el espectador busca la inminencia del límite, se topa con el devenir de un tiempo sin orillas. Los objetos que la materia arroja… este cine los atrapa como el agua versátil de un río, los torna disponibles, suscita la posibilidad de nombrarlos nuevamente hoja, ola, piedra, lluvia, pétalo, temblor. Fluir de la materia en la conciencia. Las herramientas del conocer crujen. Hay un desacomodamiento que no involucra sólo la visión o la experiencia cinematográfica. Una espectadora, en la función del miércoles 16 de abril, Bafici, Hoyts Abasto, preguntaba durante el debate de cierre de la proyección cómo se había logrado obtener esas imágenes, indagaba acerca de la manera de mirar que acució a esta película ( ella empleó la palabra “visión”), cómo se logró plasmar esta visión, dijo, de la materia cognoscible, concebible.

4- Despiertos, ellos duermen. HERÁCLITO.

Fotografía LUIS CÁMARA
Sonido ABEL TORTORELLI
Montaje MARIO BOCCHICCHIO y GUSTAVO SCHIAFFINO
Asistente de dirección JUAN GARCILAZO
Prod. Ejecutiva STELLA M. CZERNIAKIEWICZ
Guión y dirección GUSTAVO FONTÁN

sábado, 19 de abril de 2008

Cuando la poesía deviene cine

Cuando la poesía deviene cine

Diario La Nación - Sección Espectáculos - Jueves 17 de abril de 2008

Muchos cineastas se lo proponen, sin embargo, pocos lo consiguen: hacer un cine que recurriendo a lo esencial de la imagen pueda transmitir tantas sensaciones, en este caso, la esencia de la palabra del poeta entrerriano Juan L. Ortiz.

No es tarea sencilla. Los encuadres y sus desplazamientos aceptan someterse a la soberanía de la naturaleza y a la de sus sonidos, a veces apenas perceptibles.

Agua y cielo, esteros, el viento, silencio, verde y azul detrás del velo neblinoso del litoral, alguna silueta que revela, tímidamente, la escala humana. Fontán desafía las convenciones como pocas veces lo hicieron otros cineastas independientes argentinos y lo consigue, entre otras cosas, gracias a la sutil interpretación de su camarógrafo y director de fotografía Luis Cámara.

Pocas palabras, las de Ortiz ya en el final, muchas reflexiones hechas imágenes, ningún lugar común, y la sensibilidad del homenajeado finalmente unida a la de un artista que sigue sorprendiendo cada vez que vuelve, cada vez más seguro de sí mismo a usar el cine como instrumento de su arte de narrar.

Claudio D. Minghetti

jueves, 17 de abril de 2008

Crítica: Revista LA OTRA, por Oscar Cuervo

Por OSCAR CUERVO

Publicado en "LA OTRA", otoño de 2008

Juan Laurentino Ortiz (más conocido como Juan L., o también Juanele) nació en el invierno de 1896 en Puerto Ruiz, Gualeguay, provincia de Entre Ríos.
Su obra poética, también sus acuarelas, parecen provenir de una mirada absorta al paisaje natal. En cierta ocasión, evocó uno de sus primeros recuerdos: “Al amanecer, cuando el sol estaba rasante, iluminaba parte de la vaca y parte de mi madre agachada ordeñando. A mí me impresionaba mucho porque se levantaba en ese tambo mucho vapor. Entonces todo se irisaba, se hacía un mundo de color muy tenue, hermoso: las vacas parecían una niebla”.
Ese universo de contornos difusos, en el que cosas, personas, río, cielo, sombra y luz se enlazan en una bruma misteriosa, es el que dicta las palabras de su poesía. Gustavo Fontán ha hecho un film, La orilla que se abisma, que se propone captar esa mirada del mundo.

Captar una mirada no es lo mismo que captar cosas. Las cosas son asibles, la mirada no. La poesía se propone asir la mirada por medio de las palabras y en ese propósito siempre hay un resto que se sustrae, lo que no puede ser dicho.
Creo que toda gran poesía es aquella que dejar ser a lo que se sustrae en ese sustraerse. El hombre dispone también de otras formas de hablar, más ambiciosas pero también más torpes, que quisieran obligar a las palabras a decirlo todo.

El cine es un invento tecnológico del siglo XIX. Su propósito inicial parecía ser captar las cosas, reproducirlas. Pero con el correr del tiempo, el cine terminó por mostrar lo que en verdad era: la posibilidad de una mirada. El género documental nació como una derivación del discurso científico que siempre nos dice: “las cosas son así”. Pero ningún intento de documental ha podido escapar nunca de su destino: el de ser una mirada.

Ese es el problema que se plantea Gustavo Fontán al hacer esta película: ¿qué puede hacer el cine con la poesía de Juan L.? Algunas posibilidades son más previsibles: contar por ejemplo quién era Juan L. Ortiz, cómo era su época, qué libros escribió, incluso decir algunos fragmentos de sus poemas, mientras se muestra otra cosa.
Porque si hubiera optado por esto, Ortiz, su mirada, su poesía, se hubieran convertido en cosas entre las cosas. Como cineasta, Fontán reparó en una cuestión: ¿puede ponerse el cine a dialogar con la poesía -esa actitud que intenta asir la mirada con palabras, pero dejando ser a ese resto inasible- o debe resignarse a “documentar”?

El riesgo que corría Fontán al tratar de resolver esta pregunta a través del cine es el de ilustrar las palabras con imágenes, de modo que cuando el espectador vea el río, se diga: “el río”. Mirar la mirada, dialogar con la mirada del modo en que el cine puede hacerlo, es decir: mirando: eso es algo distinto. La orilla que se abisma pone en obra este problema. La orilla de la que el título habla es la orilla del río, pero también es la orilla de las palabras y el río es el cine. No se trata por cierto de un documental: es una orilla que se abisma: es decir, que pierde el fondo.

La experiencia de ver La orilla que se abisma es la de quedarse absorto. Es una película muy, muy bella. Y algo más, porque Fontán logra desatar al cine de sus sujeciones científicas y también de las literarias. Un film acerca de un poeta no tiene por qué ser literario. Contra toda previsión, en esta película hay muy pocas palabras: cuando aparecen, la que las dice es la voz afantasmada del propio Juan L. y, más que como palabras suenan como música. También es música el rumor de la lluvia, los grillos, el follaje, los pájaros. También es un acto de justicia mencionar el magnífico trabajo de Luis Cámara (Fotografía), Abel Tortorelli (sonido), Mario Bocchicchio y Gustavo Schiaffino (montaje).

La orilla que se abisma es la experiencia de un viaje, el recorrido de un río. A medida que avanza, nos adentra en la extrañeza de lo que al principio nos parecía reconocible. La cámara se demora en las texturas: la ondulación del agua, el balanceo de los juncos, los raros dibujos de la maleza, el ritmo detenido de las nubes, los reflejos inesperados, el presentimiento de lo que hay en las sombras.
Pero también lo que la propia mirada recorta, señala o nubla, mediante el uso de diversas distancias focales y movimientos combinados de cámara y paisaje, fundidos encadenados, ralentis.
Es inquietante la irrupción del material de archivo y magistral la solución plástica que hace confluir la imagen digital con las filmaciones en 8 mm provenientes de documentales previos. Esas imágenes granulosas y vacilantes parecen retornar del reino de los muertos, como si una mirada quisiera ver a través de los ojos de un ser ya extinto y se topara con una barrera infranqueable. No sé si antes el cine le ha otorgado a los registros previos un misterio semejante.

jueves, 3 de abril de 2008

BAFICI 2008... La cita es el 16 de abril

Afortunadamente, pude hacerme de un tiempo para escribirles y acercarles las fechas, los horarios y salas en las que será exhibida "La orilla que se abisma".

El estreno será el miércoles 16 de abril, a las 20.00 horas, en la sala 8 del Hoyts Cinema del Shopping Abasto.

Al día siguiente, jueves 17, nos estaremos viendo en el mismo lugar, en la sala 6, a las 16.45 horas.

Finalmente, el viernes 18 tendremos la última presentación, esta vez en el Atlas Santa Fe, sala 2, a las 19 horas.

A todas las funciones asistiré personalmente, y al término de la exhibición, podremos charlar acerca de la película como de mi próximo trabajo.

A continuación les dejo la Ficha Técnica de "La orilla... ", algo que se me fue pasando, pero que creo es lo verdaderamente importante: la gente que estuvo a mi lado para concretar este proyecto.


Guión y Dirección: Gustavo Fontán
Producción Ejecutiva: Stella Maris Czerniakiewicz
Dirección de Fotografía: Luis Cámara
Sonido: Abel Tortorelli
Montaje: Mario Bocchicchio y Gustavo Schiaffino
Asistencia de Dirección: Juan Garcilazo
Duración: 64 min.
Formato: 35 mm.

Una producción de:
TERCERA ORILLA
INSTITUTO AUDIOVISUAL DE ENTRE RÍOS
INCAA

Con la colaboración de:
FUNDACIÓN LEOPOLDO MARECHAL
FONDO NACIONAL DE LAS ARTES
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ENTRE RIOS

Nos vemos el 16, los espero.

Gustavo

jueves, 27 de marzo de 2008

BAFICI 2008

Quiero contarles que "La orilla que se abisma", mi último filme, será presentado en la próxima edición del BAFICI, a realizarse entre el 8 y el 20 de abril. Aún no cuento con la fecha y horarios, pero prometo mantenerlos informados a través del Blog.
Los espero allá.
Gustavo

sábado, 1 de marzo de 2008

Un motivo más

Todo hecho creativo importa una gran satisfacción para el artista. Que se sublima en el momento mismo en que su obra ve la luz... Como un hijo.

Nada supera ese instante de felicidad.

Y aunque el artista sabe íntimamente que pronto deberá desprenderse de él, no obstante intenta mantenerlo consigo.
Me ha pasado con todas mis películas, y con todos mis libros...
Esta paradoja es la que le da vida al artista, la que impulsa el proceso creativo.
Me pareció atinado comenzar la entrada con esta idea, porque hace unos meses, y cuando ya me encontraba terminando "La orilla que se abisma" y pensando en su estreno, me llegó la noticia desde Grecia. Más precisamente del Festival de Thessaloniki.
Como un hijo que revoloteaba sobre la casa paterna, "El árbol" me proponía un nuevo reencuentro. A casi 2 años de su estreno, seguía tan vivo como el primer día..
Y sentí esa hermosa sensación de nuevo...
Gustavo

domingo, 10 de febrero de 2008

La orilla que se abisma

Este año se presentará nuestra última película: LA ORILLA QUE SE ABISMA.

Quisiera ir compartiendo con ustedes algunas ideas que están en el origen del proyecto, un diálogo con la poesía del poeta entrerriano JUAN L. ORTIZ.

Muchas veces a lo largo de mi vida me hice una pregunta: "Qué se puede conocer del otro?"

Volví a formulármela pensando en el poeta entrerriano Juan L. Ortiz. Siempre tuve la sensación de que la acumulación de datos da un conocimiento precario sobre el otro… A esa pregunta general siguió una particular: ¿será posible mirar el paisaje de Entre Ríos partiendo de algunos principios estéticos del poeta, de modo que la película sea testigo de este diálogo con Ortiz? Así comenzó el viaje: un acercamiento cinematográfico a su poética.

El principio estético lo encontramos en sus propias palabras. En un reportaje habla sobre Puerto Ruiz, su lugar de nacimiento: ‘Al amanecer, cuando el sol estaba rasante, iluminaba parte de la vaca y parte de mi madre agachada ordeñando. A mí me impresionaba mucho porque se levantaba en ese tambo mucho vapor. Entonces todo se irisaba, se hacía un mundo de color muy tenue, hermoso: las vacas parecían una niebla’. Y tiempo después, en otro reportaje, afirma: ‘Se trata de cierto sentido brumoso que disuelve el contorno de las cosas para hacer sentir la unidad viviente.’

Juan L. Ortiz tenía una convicción: 'El arte no da cuenta del mundo para hacerlo comprensible, sino para devolverle su sagrado misterio'. Con Luis Cámara (Fotografía), Abel Tortorelli (Sonido), Mario Bocchicchio y Gustavo Schiaffino (Montaje), Juan Gracilazo (Asist. de Dirección), la hicimos propia.

En el comienzo del cuaderno de la película anoté estas citas sobre la poesía de Juanele que fueron para nosotros importantes a la hora de pensar La orilla que se abisma:

“Para Juan L. el paisaje es enigma y belleza”.
Juan José Saer

“Todos sus poemas son una visión; un cuadro organizado a través de la óptica de lo visual, de la mirada, y al mismo tiempo, una conducta espiritual de esa visión”.
Alfredo Veiravé


“Preguntar y preguntarse. Traspasar lo oscuro y ver en qué consiste el misterio, llegar hasta la despersonalización si fuese necesario para poder así informar de sus hallazgos”.
Ketty Alejandrina Lis

“Cuando canta el río no es sólo el río, aunque el río se despliegue con toda su ilimitada amplitud, con sus peces y sus pájaros, sus animales costeros y sus islas, su luz y sus hombres, sino que todo está sostenido y sobrellevado por cierta efusión trascendente en la que el poeta es el río y no alguien extraño que le canta”.
Oscar del Barco


“La poesía de Juan L. Ortiz, lejos de configurarse como un decir asertivo que pretendiera afirmar una cierta verdad acerca de las cosas del mundo, se configura como un decir interrogante, como una poesía del preguntarse que encuentra sus fuerzas y su potencia no en la capacidad de constatar el acontecer de las cosas sino en la capacidad de interpretarlas”.
Roberto Retamoso

Nos vemos muy pronto...

Gustavo Fontán

viernes, 25 de enero de 2008

Entrevista a Gustavo Fontán - Revista MABUSE, Chile

Hola... Hoy quiero compartir con ustedes una hermosa entrevista que me realizó Lucía Carvajal Berland, para la revista MABUSE, de Chile, país en el que estuve hace muy poco tiempo con motivo de la participación de mi última película, El Árbol, en el Festival de Valdivia.

Les prometo volver pronto con algunas novedades.

Gustavo


Entrevista Revista MABUSE, Chile - http://www.mabuse.cl/1448/article-80576.html

Por Lucía Carvajal Berland

El cine de Gustavo Fontán (Buenos Aires, 1960) ha estado permanentemente ligado a la literatura como guionista y realizador de varios filmes vinculados a escritores y poetas: los cortometrajes Canto del cisne (1994), en torno al poeta Jacobo Fijman (que estuvo internado 30 años en un psiquiátrico), El paisaje invisible (2003), sobre el poeta Jorge Calvetti, y los largometrajes Ritos de paso (1997), cinta experimental sobre el escritor Macedonio Fernández, y Marechal o la batalla de los ángeles (2002), dedicado al escritor Leopoldo Marechal.

Es autor de libros de cuentos como Los días vacíos y La voz del sospechoso, antologías poéticas como Somos (1983) y Esa luz que retoña (1984), y ha escrito y dirigido varias obras de teatro.

Licenciado en Literatura de la Universidad de Buenos Aires (UBA), luego cursó estudios de cine en el Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica, dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de Argentina. Su primer largometraje de ficción, Donde cae el sol (2002), fue premio especial del jurado del Festival de Viña del Mar 2003 y premio del público del festival de Lérida del mismo año. La costa errante (2004), largometraje realizado con producción del Grup Cinema Art y el Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña, aún permanece inédito. Ha sido profesor de varias universidades y realizado Seminarios de dirección de actores, tanto en Argentina como en Estados Unidos y Europa.

Poesía y cine

-¿Cómo operó tu tránsito de la literatura al cine?

-Los factores siempre son múltiples. En líneas generales te diría que las palabras no alcanzaban por momentos para dar cuenta de determinadas experiencias. Mi emoción ante un rostro por ejemplo o algunas atmósferas. No sé, ahora pienso que desde bastante chico me gustó mucho la fotografía.
A los trece años mi padre me regaló su cámara de fotos, unos días antes de un viaje a Mendoza. Me encantaba sacar fotos. Hay algo que fue madurando lentamente hasta que empecé a estudiar cine a los 29 años. Ya había publicado un par de libros. Creo que los dos caminos confluyen de algún modo en mis trabajos sobre escritores. Ahora pienso: la cámara que me regaló mi padre, una tía fotógrafa, un abuelo poeta… todo eso no explica nada, pero todo eso está ahí, en el origen, cuando nos pensamos en contexto.

-En el cine, ¿hacia donde diriges tus búsquedas?

-Qué difícil… Lo primero que se me ocurre decir es que cada película es un acto de indagación, un modo de cuestionar el mundo. Ahora estoy trabajando sobre Juan L.Ortiz, un poeta entrerriano (provincia argentina de Entre Ríos), el mismo que encabeza con una parte de un poema el inicio de El árbol.
Es un largometraje documental de una hora y no hay ni una sola palabra y trata sobre el mundo poético del autor, más que sobre la vida o la biografía del escritor. Me parece que el libro es un ámbito más adecuado que el cine para desarrollar una biografía. Juan dijo una vez que "uno no escribe para explicar el mundo sino para devolverle su sagrado misterio".

Hay un pequeño episodio que quisiera contarte. En la esquina de mi casa natal vivía un matrimonio un tanto particular. A ella le decíamos Fina. Mi madre solía barrer la vereda y conversaban. Un domingo de invierno mi madre se enteró que Fina cumplía años y me llevó a su casa para saludarla. Yo tendría unos doce años. Me acuerdo que era un comedor muy grande, y que lo habían dividido en dos con un ropero, en diagonal. Sí, en diagonal. Es decir los ambientes eran dos triángulos.
De un lado había una mesa. Se sentó mi madre. También el marido de Fina y yo. Fina no se sentó nunca. Constantemente aparecía y desaparecía por atrás del ropero. A veces tardaba, a veces salía enseguida. En una de esas salidas apareció con una capa y una capelina y nos disfrazó a mi madre y a mí mientras tomábamos el té. Y volvía a desaparecer y a cantar o a hacer ruidos con papeles y arrastraba los pies…Te imaginarás que yo estaba fascinado. Con el tiempo entendí que en este episodio no sólo había una historia sino también una teoría estética. Porque mucho más importante que lo que ocurría en el sitio que ocupábamos era lo que pasaba detrás del ropero, en el fuera de campo. Creo que en la sugerencia está el poder poético del cine.

-En tu obra está presente la literatura, la afición y el gusto por la poesía. Siempre me pareció que en algunos realizadores hay una ligazón muy fuerte entre poesía y cine.

-Sí, el cine cobró carriles muy narrativos. Y parece que esos carriles narrativos se hicieron exclusivos y excluyentes. Me parece que lo que podríamos llamar mirada poética o ámbito poético tiene en el cine una opción muy poderosa. Yo vengo de la literatura y muchos de mis trabajos tienen que ver con poetas. Allí hay una intersección posible, entre el cine y la literatura, no como adaptación.

-¿Y donde te sientes más cómodo, en la literatura o en el cine?

-Yo me siento muy cómodo en las dos, pero en este momento, más en el cine. Pero en este cine del borde, alternativo. Para mi el arte es experimentación, con riesgo al fracaso.

-Y tu película es arriesgada.

-El riesgo es muy bonito. Me parece que la repetición de los modelos es un lugar incómodo. Y además no hay nada que asegure la repetición del modelo y me aburriría hacerlo. El arte es un lugar de búsqueda y es desde la indagación de la realidad donde uno puede formularse preguntas sobre el mundo y sobre uno mismo.

-Pero qué difícil es saber qué es la realidad…

-Es imposible saberlo, pero a veces creemos que lo sabemos todo. Hay relatos que parecen responderlo todo (risas). Es muy complejo, es una cuestión filosófica arriesgada.

El árbol

El árbol es una película minimalista, conmovedora, de atmósferas, construida de fragmentos de miradas y que involucra a una pareja Mary de 67 años y Julio de 69 que no se ponen de acuerdo si una acacia frente a su casa está seca o no. Lo llamativo es que Mary y Julio no sólo no son actores profesionales sino que son los padres del mismo Gustavo Fontán...

-¿Es esta una historia personal?

-Todos los elementos de la película pertenecen al mundo real de los personajes. Por ejemplo, los sueños que cuenta Mary, son los sueños de Mary. La discusión sobre las acacias es una discusión real, el hermano es el hermano. Hay como toda una observación real y desde allí armé una estructura de guión. Pero no hay nada impuesto sobre esa estructura que le sea ajeno de verdad al mundo de esos personajes.
Me interesaba mucho esa intersección donde la imposición de una estructura de ficción y una mirada estética muy definida, podría cruzarse con lo real. Esa zona de cruce, de intersección donde hay unas huellas de lo real muy poderosas, pero por otro lado hay una estructura, un conflicto de ficción. Partimos con una estructura general, en la que no estaban todas las secuencias, era abierto. Yo sabía que lo podía filmar en un primer año porque tenía todas las estaciones, pero si probablemente algo me faltaba, tenía un segundo año.
Rodábamos 20 días por mes y yo quería, como parte del proyecto, las luces de las estaciones, no íbamos a producir luz. Esperábamos el momento del día en que la luz del patio estuviese como necesitábamos. Trabajé directamente con mis padres en su casa. Sabía que eran los únicos rostros con que se podía filmar esta película

-¿Cuánto tiempo duró el rodaje?

-Fueron casi dos años de rodaje. Paralelamente íbamos editando. Al término del rodaje (18 horas de filmación) el filme estaba prácticamente montado, el armado de imágenes, no el sonido. Para esto se necesita un grupo muy comprometido, que no pierda el compromiso con la película. Ya habíamos trabajado juntos y es un grupo maravilloso.

-¿Y las acacias, están realmente frente a la casa?

-Claro (risas).

-Y ellos qué decían, cómo lo tomaron.

-¿Qué estamos haciendo Gustavo?, decían. No entendían bien. Yo fui aprovechando de mi madre lo que yo creía que ella podía darme. Por ejemplo, cuando ella cuenta algo, le agrega una pizquita de algo mágico y eso lo tomamos. Mi padre tiene una serenidad tal que si yo le digo: párate y mira la lluvia, él la mira sin problemas. Que fueran mis padres yo creía que no era importante en relación al relato, porque no estaba yo. Fue una experiencia muy intensa

-¿Estás de acuerdo en que esta película tiene una mirada documental?

-Podría ser, para muchos es documental. Yo no lo sé. En el fondo es lo mismo, porque me parece que si las pensamos como categorías absolutas, documental y ficción, cerradas y clausuradas, nos perdemos de pensar las intersecciones que es donde creo que se da un juego muy rico de posibilidades. En la medida que las aislamos, nos perdemos ese juego. Este es un filme que invita a penetrar universos de silencios, murmullos, sensaciones, nostalgias…

Efectivamente. Nuestro propósito era el asombro frente a lo cotidiano. Nos dimos cuenta que en el fragmento recuperábamos luces, la posibilidad de maravillarnos, de encontrar determinadas bellezas. Y eso está logrado. Eso nos permitía desligarnos de la acción. No mirábamos que Mary colgaba los pullovers, tratábamos de encontrar poesía en el hecho que ella los colgaba. Ese era el lugar en el que nos colocábamos para pensarlo.

-¿Y cómo fue la recepción del público en Argentina?

-Buenísima. Claro, no es una película para público masivo, pero estuvo 7 semanas en cartelera en Buenos Aires y eso es casi milagroso. Eso fue muy bueno, con 3 copias y una crítica unánimemente favorable. Yo pensé que podría ser más polémico, que la crítica iba a dividirse y no fue así.

-Eso habla muy bien del público en Buenos Aires.

-Sí porque en 3 salas la vieron unas diez mil personas y luego estuvo en el interior. Normalmente estas películas duran un par de semanas, que es lo que nos garantiza el INCAA, como cuota de pantalla. Y la crítica también ayuda. El Amante fue el que arrancó con la crítica. Y cuando publica dos comentarios, normalmente uno es favorable y el otro no. En este caso fueron favorables los dos. La publicación salió como un mes antes que la película se estrenara y eso marcó mucha tendencia.

-¿Cómo ves al cine argentino?

-Creo que hoy hay en líneas generales algo muy interesante y es que no existe la industria en el sentido que entendemos industria, fijando parámetros, directrices. Cada uno hace la película que cree que tiene que hacer. Entonces me parece que hay una gran pluralidad, una diversidad de películas, de miradas, de relatos, algunas mejores, otras menos, otras fallidas. Es lo que me parece que debería conservar el cine.

-Tu dedicación a la docencia es otra de tus facetas…

-Soy docente desde hace 20 años en la Universidad de Lomas de Zamora y en Centro de Investigaciones en Video y Cine, hago seguimiento de tesis de los alumnos que egresan, desde el desarrollo del guión al montaje. Esto me permite renovarme en el contacto con los jóvenes. Me permite reflexionar y siento una responsabilidad frente a ellos de poder acompañarlos. Me gusta mucho. Algunos ya hicieron sus largos como es el caso de Ezequiel Acuña, con Nadar solo y Como un avión estrellado.
Hay una inmensa cantidad de estudiantes de cine en la Argentina. Y los jóvenes traen todo su empuje y buscan su lugar para hacer cosas. Cada corto de los estudiantes, tiene que ver con una búsqueda. Es muy positivo todo. Eso sí, trato con mis alumnos de instalar constantemente el debate sobre cuál es el cine posible para hacer en nuestro país. Cómo se vincula ese cine con nuestras experiencias y con nuestras posibilidades de producción.
Si no nos preguntamos esto seriamente corremos el riesgo de adoptar los modelos "exitosos", hegemónicos, sin cuestionamiento y sin entender que ese camino nos lleva a la frustración de manera irremediable. Los futuros cineastas están en las escuelas. El proceso de renovación viene.

martes, 1 de enero de 2008

Thorpe Running, un amigo...

THORPE RUNNING nació y vive en los Estados Unidos pero se dedicó buena parte de su vida a investigar, escrbir y enseñar sobre la literatura latinoamericana, fundamentalmente la poesía. Como es una de las personas más generosas que conozco y es para mí un profundo ejemplo de amor a la vida, me da mucho placer compartir con todos lo que Thorpe escribió sobre El árbol.

Gustavo

El árbol, un film de Gustavo Fontán

Esta magnífica obra empieza con bellas imágenes de la madre lavando ropa, que nos predicen la importancia de lo visual en esta película.
María, la mujer, es la madre real del autor de la película, lo mismo que el padre, lo que implica la hondura de sentimiento contenido aquí. Pronto hay una escena con el padre probando un sinfín de gafas extrañas pero sin encontrar las suyas.
Esto puede ser una metáfora para su necesidad de aclaración durante la película. El argumento del film se centra en el futuro de los árboles en el jardín. Uno parece estar sin vida pero el padre no quiere admitirlo. Todo esto está disperso -- las escenas saltan, de alguna manera, a diferentes perspectivas, mostrando la vida lacónica de la casa. La madre está convencida de que el árbol está muerto-- dice que hay babosas en un hueco y luego la cámara nos las muestra.
El sentido de nostálgia que subyace en el film crece cuando vemos a los padres mirando diapósitivas de los hijos chicos. Esto les da un sentido de juventud y el paso del tiempo más lento, que contrasta con la situación del árbol que ha estado muriendo lentamente. Un experto viene y confirma que el árbol está muerto pero el padre no puede aceptar el fallo. La madre, con su hermano que está de visita recuerda mucho a su família en el pasado, aumentando el sentido de nostálgia.
Llueve fuertemente y vemos el árbol en frente de la casa. Muchas veces, después de la lluvia hay imágenes de la madre barriendo hojas en el patio que para nosotros es un símbolo del paso del tiempo y de la vida, pero también como un contraste con la falta de producción de hojas del árbol muerto. La madre insiste en remover el árbol muerto y quiere hacer planes para llevar eso a cabo. Pero por fin llueve otra vez, una tormenta, y el árbol no la sobrevive -- se ve inclinado sobre el árbol vivo. El padre sale para verlo y tiene que quitarse una lágrima.
Para deshacerse del árbol muerto, el padre lo lleva al patio donde lo corta en pedazos y lo quema todo estoicamente. Y con esto se acaba el film. Varios elementos de "El árbol" determinan por qué nos afecta tan hondamente. Por ejemplo, el hecho de que el compositor del film está revelando algunos aspectos íntimos de su propia familia nos interesa mucho. La interacción entre los tres protagonistas -- Madre, padre e árbol nos cautiva también.
La semejanza entre su apariencia fisica, por ejemplo, está representada muy claramente. Las arrugas de las manos, y especialmente las de la cara del padre se parecen exactamente como las de la corteza del árbol y también con la piel de la madre. Otro elemento de suma importancia es la cinematografía que en este film es excepcional, mostrándonos, muy líricamente, detalles y efectos intensos. Aunque un poco lenta, esta película de Gustavo Fontán es una pequeña obra maestra, especialmente en su aspecto visual.

domingo, 9 de diciembre de 2007

PREMIOS CLARIN 2007 ... EL ARBOL, NOMINADA

2007 ha sido un buen año, sin duda. "El árbol" se proyectó en varios festivales internacionales, tuvo críticas excelentes, y fue vista por miles de personas. También comencé el rodaje de "La orilla que se abisma", un filme sobre el poeta entrerriano Juan L. Ortiz que espero estrenar el año próximo.

Sin embargo, 2007 no termina de asombrarme por su generosidad...

"El árbol" también a sido nominada para los Premios Clarín de este año. El próximo 17 de diciembre en el Luna Park, se otorgarán los premios votados por un jurado de más de 800 personas entre el Jurado de Honor, Periodistas Invitados y del Diario Clarín.

Y lo sido en 2 rubros: el de MEJOR FOTOGRAFIA, para Diego Poleri -ha hecho un trabajo increíble que bien merece ser galardonado-, y el restate, REVELACION MASCULINA, para Julio Fontán, mi padre, que tanto él como yo, jamás hubiéramos esperado.

Nos vemos después del 17. Quizás para festejar, o tal vez para contarles algo nuevo que seguramente nos deparará este 2007 tan generoso.

Gustavo