jueves, 13 de junio de 2013

Palamazczuk

Una cuestión: un hombre, un nombre. Peter Palamazczuk.

Rodolfo Walsh consigna una entrevista con Palamazczuk en junio de 1966, en la Colonia y Hospital Maximiliano Aberastury ¿Importa que al sanatorio se lo nombrara popularmente como leprosario del Cerrito, o leprosario de la Isla del Cerrito? No debería importar, ni tampoco el lugar, ni los 241 habitantes de la colonia que arrastraron su dolor por la isla hasta fines de la década del ’60. Walsh da acabada cuenta de sus penurias y de sus sueños en la nota, publicada inicialmente en la revista Panorama: La isla de los resucitados.

Brillante, profunda, conmovedora, la prosa de Walsh describe la vida en la colonia, la escasez de recursos, la falta de medicamentos, la angustia y también la creatividad, la organización, el trabajo, la lucha por la subsistencia y la esperanza de curación de los internados.

Pero Palamazczuk sigue siendo un signo de interrogación cuando uno termina de leer y releer la nota. Una identidad borrada en la grafía de nombres de otra lengua escritos de acuerdo a su fonética, datos de dudosa comprobación, genealogías alteradas, nacionalidades trocadas, jerarquías sin sustento. En este aquelarre de palabras sólo un par de líneas parecen conservar un rastro de precisión: “Recuerdo a un hombre flaco, lampiño, de mediana estatura. Nunca hablé con él, pero comíamos en el mismo restaurante, en la Waslavsten Haremes. Se llamaba Kafka.” dice Peter Palamazczuk y Walsh transcribe lo que acaba de escuchar, sin importarle, claro, si es la Waslavsten Haremes o la Waslavsten Häresie, o la Auslasten Haremes, o cualquier otra calle de Praga. Le importa, como le importaría a cualquiera, un nombre: Kafka. Como a mí me importa Palamazczuk.

Cuarenta y cinco años después de la publicación de la nota casi todos sabemos quién es Kafka. Los secretos han sido poco a poco exhumados. Pero Peter Palamazczuk, el hombre que declaraba haber almorzado con Kafka, probablemente entre 1901 y 1906, en un restaurante de Praga, en una calle que ya no existe pero que podría haber estado en el lugar donde la Parizká, viniendo del puente Cechúv, tuerce bruscamente para evitar su angostamiento en la calle de la torre vieja y pasa a llamarse Dlohuá, ahí, a unas doce cuadras del Castillo de Praga y a no más de seis de la casa de Kafka, Palamazczuk digo, ha desaparecido. Se esfumó, como la novela que Kafka estuvo escribiendo durante aquellos años, 1903-1904, El niño y la ciudad.

Sí, sí, sí. Lo sé. Vivo en este país. Walsh desapareció, treinta mil desaparecieron ¿Por qué habría de intrigarme la desaparición de un hombre que dice haber nacido en un país sin fronteras, Polonia-Rusia-Alemania? Que dice haber vivido cerca de un lugar que aparece en la nota como Wolynien y que debe haber sido en realidad Wolhynien, en Ucrania. Que dice haber habitado en una aldea llamada Reñenietz, una aldea inexistente en cualquier mapa de Polonia, Rusia, Alemania, Ucrania, que se quiera consultar, actual o antiguo. No sé si están claras las dificultades de la transcripción para un escritor, un hombre, urgente, urgido, como fue Rodolfo Walsh. No sé si están claras.

No sé si queda claro mi interés. Un hombre, Peter Palamazczuk, estudia Leyes en la Universidad de Praga, como Kafka, durante los mismos años en los que el Sr. K. cursa, primero Leyes y después Germanística e Historia del Arte. Lo encontramos luego en un leprosario, en la confluencia del Paraguay y el Paraná. En Paso de la Patria ha curado un árbol desahuciado hasta hacerlo revivir, dice el hachero Ramón Vázquez. Ha curado a wichis, pilagás, mocovíes, que pagaron sus servicios con trapitos tejidos, de colores vivos.

En 1966 se lo entrevista, ahí mismo en la Colonia Aberastury. Alguien afirma que Palamazczuk ha sido Director de la Obra Social de Krupp, una dinastía alemana que se dedicaba a la producción de piezas de artillería. Ha sanado a un árbol en Paso de la Patria. Otro relata haber visto una foto donde su ayudante llevaba la Cruz de Hierro. Ha curado a wichis, pilagás, mocovíes. Ha almorzado durante años en el mismo restaurante que Kafka. Ha estudiado Leyes con él. Ha descendido a los infiernos. Los datos objetivos de su biografía son un montón de sonidos sin grafía, la música de otra lengua. La Colonia dejó de existir hacia 1970. El tiempo pasa veloz como las palabras. Walsh desapareció el 25 de marzo de 1977. El tiempo está por hacer desaparecer otro hombre, otro nombre. Una cuestión.

Claudio L. Pérez