sábado, 21 de diciembre de 2013

El día nuevo



Secuencia 1
Es temprano en la mañana. Se termina el invierno y la luz, a orillas del río Paraná es otra, más brillante,  como una especie de promesa.
El rancho, a orillas del río,  aunque ha progresado con los años es una vivienda precaria. En el exterior hay una jaula con un loro, perros, muchos perros, y algunos pescados que cuelgan de un travesaño.
En el interior del rancho,  Celia (42)   le hace recoger las cosas a su hija Lucía (10), mientras ella junta las suyas, las pocas personales que se acumularon en ese rancho en los últimos años. Celia pone sus cosas en un viejo bolso azul y en dos bolsas. Lucía, lentamente, las suyas  en una mochila.
Hay apuro, dice Celia, y Lucía, que es un poco tonta, repite como una cantinela: Papito es malo, papito es malo…

Secuencia 2
Como todas las mañanas, Maldonado (40) revisa el espinel. Los pocos pescados que durante la noche se engancharon en los anzuelos son arrojados rápidamente al fondo del bote: algún dorado, algún patí, algún surubí. Todo es muy rápido: es una tarea diaria, de toda la vida.
El sol hace que el río sea un espejo brillante. Maldonado emprende el regreso.  Amarra, y sube al rancho.
La ausencia de Celia y Lucía es notable. Han dejado algunas cosas desordenadas, faltan las cosas de las dos mujeres. Maldonado entiende sin entender.  No hay sin embargo una reacción notable. Simplemente vuelve a salir, y por unos instantes mira el río, lo escruta, como si lo interrogara, como si ahí, y en ninguna otra parte pudiese  encontrar una explicación.
Después se dirige a un baño precario,  apartado del rancho.

Secuencia 3
Maldonado saca los pescados del bote y los limpia.
Dos o tres perros lo rodean y comen las vísceras. Se pelean por momentos entre ellos.
Más tarde llega algún comprador y por algunos pesos se lleva las piezas más importantes. Los compradores son viejos conocidos y siempre hay alguna historia para contar, historias de pescadores, historias de ahogados. No es una mera transacción comercial; el tiempo siempre  se desliza sin apuros.

Secuencia 4
Maldonado se despierta de la siesta. Vuelve a mirar el rancho, como si cotejara si la partida de la mujer es real o fue soñada.
Después, se lava la cara en un fuentón  afuera del rancho. Colgado de la pared, junto a la jaula donde está el loro, hay un espejo gastado y viejo: Maldonado se peina.

Secuencia 5
Maldonado va a remo por un angosto arroyo entre las islas. Algunos troncos caídos y mucha vegetación sobre el agua hacen complicado el paso por momentos.
Al fin llega  a lo de un vecino, Pedro Gabas.
Al verlo llegar, Pedro que vive solo sale a recibirlo.
Pedro está grande y tiene dificultad en una pierna. Maldonado le lleva algunos pescados.
Los dos toman mate ahora. El que habla es Pedro: a pesar de sus dificultades es vital y tiene cosas para contar.
Después, los dos hacen fuego y ponen a asar un pescado. Entonces Maldonado se anima y cuenta la partida de Celia y Lucía. Ni Maldonado ni Pedro entienden. Maldonado recuerda y repite la historia que los dos conocen y que seguramente han contado y escuchado mil veces: Celia es epiléptica y dos veces, por un ataque, se cayó al río desde el bote. Maldonado cuenta en detalle cómo se tiró al agua, como la rastreó en el agua oscura, cómo la sacó. Cada detalle se transforma en el todo, un conjunto  minucioso  de precisiones.
Los dos comen y vuelven una y otra vez a hablar de la partida de Celia. Ni uno ni otro saben dónde puede haber ido.

Secuencia 6
El día amanece con lluvia.
Maldonado se prepara el mate bajo el alero. El fuego tarda en encender porque está todo húmedo. Al fin lo consigue.
Los perros se protegen en el alero de la lluvia. Maldonado tiene un preferido, el negro, al que le acaricia la cabeza.
Dos botes se bambolean en la orilla.
La lluvia le impide salir al río. Hay que esperar y se espera.
Los árboles son una masa imprecisa, móvil, en la línea de la costa.

Secuencia 7
Maldonado tiene una intuición y cree saber: se sube a su bote y va río arriba.
Unos kilómetros después enfila hacia un rancho. Se aproxima lo suficiente pero sabe, por el perro que ladra, porque lo conoce, que no podrá bajar. Cuando  escucha los ladridos, Godoy sale del rancho y se aproxima a la orilla.
Maldonado y Godoy son viejos conocidos y tienen una charla amable. Godoy dice que ahora son así las cosas. Maldonado cuenta que él la sacó del río dos veces, casi muerta, cuando se cayó del bote con un ataque de epilepsia. Busca conmover a Godoy, que conoce la historia, y no se conmueve. Godoy vuelve a repetir que ahora son así las cosas. Es una charla morosa, donde uno  repite los argumentos y el otro los escucha pero se limita a decir que así son las cosas, como si el destino los hubiera arrojado a ese instante inmóvil, uno de pie, fumando en la costa, el otro sentado en su bote sin poder amarrar, y un perro que no deja de ladrar y dos mujeres que no salen del rancho. Destino sobre el que ya no hay nada que hacer.
Maldonado se va.

Secuencia 8
Atardece. Maldonado revisa el espinel, encarna algunos anzuelos.
Cuando termina, se lava las manos en el río y regresa.
Ya en su rancho, corta leña para hacer fuego.
Anochece y el mundo se calla.
Sólo el fuego y el rostro de Maldonado, serio, inescrutable.

Secuencia 9
Maldonado ayuda a Don Silva. Una de sus vacas ha quedado varada en el río. Algo le impide moverse y la vaca muge.
Don Silva y Maldonado, desde los botes, intentan liberarla.
Aunque no es fácil, al fin lo consiguen y la vaca camina rápidamente hacia la costa.
Después, tomando unos mates en lo de don Silva los dos recuerdan una historia: la del finado Gómez. Se ahogó en el río y  su cuerpo estuvo girando alrededor de cuatro días en un remolino. A la mañana del quinto, el río lo soltó y lo encontraron entre los juncos, hinchado, irreconocible.

Secuencia 10
Maldonado va nuevamente hacia el rancho de Godoy, pero no se acerca. Desde lejos, intenta verla. Pero ni Celia ni Lucía salen del rancho.
Maldonado se pasa un buen rato espiando. A veces se mueven los perros, se pelean entre ellos, y después se tienden al sol. La canoa de Godoy está en la costa, y junto a ella la que Celia se llevó.

Secuencia 11
Maldonado regresa con su bote.  Está agobiado y no ve la tormenta que se aproxima. Desde el fondo del río se aproximan nubes oscuras. El viento que se alza de pronto le da el aviso.  Maldonado, cuando se da cuenta, se apura pero ya es tarde y la tormenta no tarda en alcanzarlo. Aunque es su río,  no se le hace fácil gobernar el bote que todo el tiempo parece, al golpear contra el agua, que va a darse vuelta. Al fin llega a un sitio desde donde puede atarse a un árbol.
De pronto se ha hecho de noche. La tormenta pasó un poco, pero Maldonado no sabe dónde está. Mira hacia un lado y hacia otro, buscando alguna orientación pero está perdido en el medio del agua, sin luna. Entonces empieza a remar, simplemente a remar.
Un rato después, un punto de luz, como un farol encendido en un rancho, lo guía. Va hacia ahí sin dudarlo.
Maldonado deja su bote, está todo mojado. Es su rancho, la luz lo guió hasta ahí, pero no tarda en confirmar que  no hay ninguna luz.
Maldonado enciende el sol de noche bajo el alero.
Al entrar al rancho una presencia  sorprende a Maldonado: Dios  está sentado en su cama.
 Nada en especial tiene Dios, quizás la barba blanca, pero Maldonado no tiene dudas sobre quién es. No se sorprende ni se asusta. Se siente tranquilamente halagado y se escusa por no tener con qué convidarlo.  Dios espera con paciencia que Maldonado se seque y se cambie la ropa. Maldonado le pide a Dios que haga volver a su mujer.

Secuencia 12
Maldonado se despierta: escucha que lo llaman.
Como se durmió vestido, sólo se pone las alpargatas y sale.
A diez pasos del rancho hay  un muchachito de unos doce años que dice que su padre  se murió esa noche, y que su madre necesita ayuda para llevarlo al pueblo.
Maldonado no se demora. Se sube a su bote y sigue al chico.
No es cerca y andan un buen trecho. La mañana es bella en el río;  la vegetación  delata la primavera: verdes nuevos, algunas flores, pájaros.
Al fin llegan. Primero baja el muchacho y Maldonado va detrás.

Cuando entran al rancho, se encuentran con una mujer que amamanta a su bebé. Tiene el cansancio de una noche dura.
El muerto está en la cama.
La mujer hace un relato entrecortado, dice algo de la fiebre y unos dolores, pero no parece tener ganas de hablar.
Maldonado y el muchachito  cargan al muerto en el bote de Maldonado.
Maldonado dice que les conviene ir por el arroyo Las perdices, y emprenden el camino al pueblo.

Maldonado va adelante con el muerto.
La mujer con el bebé y  el muchachito van en el otro bote, detrás.
En el camino, paran en algunos ranchos para avisar la noticia y lentamente se arma una procesión: cuatro o cinco botes siguen al de Maldonado con el muerto.

FIN

miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL ROSTRO



FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE ROMA 2013: LA EXPERIENCIA SENSIBLE
Por Roger Koza

En el panorama del cine argentino contemporáneo el cine de Gustavo Fontán es una legítima rareza. Su obra es coherente como un silogismo aristotélico, personal como una rima de J.L Ortiz y radical como un aforismo de Nietzsche. ¿De dónde proviene su cine? ¿Qué busca filmar? ¿Cuál es su público?

No se trata de una obra que reclame para sí una originalidad exenta de influencias. Sus diálogos con el cine contemporáneo son identificables. La obra de Fontán, de hecho, está en sintonía con ciertos autores de su tiempo y sus películas. Todos ellos priorizan la naturaleza sensorial del cine, entendiendo que éste no debe obedecer a un mandato industrial que le obliga a ser portador de historias. No se trata aquí de contar historias sino más bien de intensificar la experiencia perceptiva en todos sus órdenes y explorar por consiguiente el lenguaje cinematográfico en sus propios términos.

En esta ocasión, Fontán ha hecho una película cuyo título podría remitir a un posible tratado sobre la dignidad de los hombres según el filósofo Levinas, un pensador obsesionado por el rostro de las creaturas que tienen el don del habla. La cámara capturara sin duda la dignidad del rostro de los hombres aquí filmados, pero nada tiene que ver El rostro con una empresa filosófica. El temple del film es enteramente poético.
Sin embargo, los rostros llegan tardíamente al centro de gravedad del film. En la espera, la naturaleza se impone, sobre todo el río que parece empujar a la cámara para que ésta fluya a través de un ecosistema, como si ese dispositivo de registro fuera un animal mecánico que busca fusionarse con lo que está a su alrededor. ¿Qué se filma entonces? Entidades vivientes.

El rostro es una película desprovista de narración, aunque las imágenes se hilvanan con la elegancia de un sueño perteneciente a una vida espiritual sofisticada, un trance poético compuesto por imagen y sonido. Quien se permite  hacer una experiencia con lo que se ve y se escucha no será el mismo, al menos por una hora.

(Pueden leer la nota completa en http://ojosabiertos.otroscines.com/?p=9399)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Trailer: El rostro


64 min - Super 8, 16mm, HD 2013 - ARGENTINA
Cast: GUSTAVO HENNEKENS - MARÍA DEL HUERTO GHIGGI - HÉCTOR MALDONADO - PEDRO GABAS.
Written and Directed by: GUSTAVO FONTÁN
Director of Photography: LUIS CÁMARA
16mm camera: LUIS CÁMARA
Super 8 mm camera: GUSTAVO SCHIAFFINO
Sound: ABEL TORTORELLI
Editing: MARIO BOCCHICCHIO
Post-Production Manager: ALEJANDRO NANTÓN
Executive Producer: GUILLERMO PINELES
Production: INSOMNIA FILMS, TERCERA ORILLA e INCAA

lunes, 14 de octubre de 2013

El rostro, a Roma



Amigos:

EL ROSTRO tendrá su estreno mundial en el próximo Festival Internacional de Cine de Roma

Ha sido seleccionada para participar de la prestigiosa sección CINEMAXXI, en la octava edición del Festival, dirigido actualmente por Marco Müller, que se realizará del 8 al 17 de noviembre.

El nombre de la sección, CINEMAXXI,  juega con los significados “cine del siglo XXI” y “MAXXI”, siendo éste el  Museo de Arte Moderno de Roma. 

Las películas seleccionadas son obras de autores consagrados como Aki Kaurismaki, Avi Mograbi, Victor Erice, Pedro Costa, Apichatpong, Manoel de Oliveira, Thomas Heise, Guy Maddin, Julio Bressane entre otros, junto a directores que renuevan el pensamiento audiovisual.

A todos los que hicimos EL ROSTRO la elección nos llena de alegría.

Gustavo

domingo, 22 de septiembre de 2013

EL ROSTRO


Amigos, pusimos fin a la posproducción de EL ROSTRO. Esta última semana terminamos la mezcla de sonido  y ahora queda hacer la copia final. 

Pronto, muy pronto,  tendremos noticias importantes sobre el comienzo del recorrido. Mientras tanto algunos datos:



Sinopsis

Un Hombre llega en un bote a una isla sobre el río Paraná.
Se dirige a un sitio donde hubo una casa o tal vez un caserío, y ya no hay nada.
Pequeños signos de algo viejo y perdido: su lugar natal.
Su  presencia permite que se corporicen las cosas en el lugar abandonado: ranchos y mesas, animales y canoas.
Construye, por volver habitar, el espacio para el reencuentro.
Pronto llegan otros a la isla: Mujer, Padre, Amigos, Niños… preparan una fiesta.
Es el reencuentro del Hombre con sus seres queridos. Con sus muertos y con sus pájaros, con la música del río y con sus dolores.

Ficha técnica y artística

64 min - Super 8, 16 mm- HD- 2013 - ARGENTINA
Elenco: GUSTAVO HENNEKENS - MARÍA DEL HUERTO GHIGGI - HÉCTOR MALDONADO - PEDRO GABAS
Dirección de Fotografía: LUIS  CÁMARA
Cámara de 16 mm: LUIS CÁMARA
Cámara de Súper 8 mm: GUSTAVO SCHIAFFINO
Sonido: ABEL TORTORELLI
Montaje: MARIO BOCCHICCHIO
Producción ejecutiva: GUILLERMO PINELES
Guión y Dirección: GUSTAVO FONTÁN
Producción: INSOMNIAFILMS, TERCERA ORILLA e INCAA
Distribución: OBRACINE

jueves, 15 de agosto de 2013

VISTO (desde la ventana)



Ella cuelga ropa en la terraza. Tendrá unos treinta años y cuelga ropa de niños. La ropa lavada está en una palangana  roja; ella levanta prenda por prenda, la estira y la cuelga con cuidado. 
Lentamente, la soga se llena de remeras y pantalones cortos de distintos colores y tamaños que brillan con el sol. 
Cada tanto, la mujer  se lleva la mano a la frente y reacomoda un mechón de pelo arisco.  
Junto a ella hay un pequeño; le sigue los pasos, van como en conjunto. El niño parece distraído con algunas  gotitas de agua que caen todavía de la ropa. No debe caminar desde hace mucho porque mantiene el equilibrio con dificultad. A veces, el niño tironea a la madre desde el pantalón reclamando algo, pero ella sigue con su tarea y el pequeño se resigna.
Está solo en la terraza. Tiene auriculares grandes en sus orejas. De pronto da algunos pasos de baile espasmódicos,  se tranquiliza –como si repasara algo mentalmente- y vuelve a intentarlo. Después camina por la terraza simplemente. Va y viene, de una pared a la otra.
Ella  lee sentada en una silla, en el pequeño sector de sol que los edificios permiten en su patio. No es posible ver el libro  en su totalidad;  sólo el fragmento que el  cuerpo inclinado  sobre él  recorta, y  el movimiento de una de las manos pasando las hojas. También, un pañuelo a modo de turbante en su cabeza. Y el irremediable movimiento de la sombra.
Dos macetas grandes contra una pared. Una tiene una yuca, otra un falso muérdago. Contra la pared que las enfrenta hay dos  sillas de plástico apiladas y una maceta vacía. El viento se arremolina en esa terraza, juega con un puñado de hojas.
En un balcón alto, recortado contra el cielo gris y la llovizna, una mujer sacude una sábana blanca, blanquísima. Ella y tela se mueven como un todo suspendido en el vacío. Por un instante la tela concentra toda la luz y la refleja. Son algunos segundos: la mujer desaparece y sólo queda la huella en un paisaje indiferente. Y después los relatos sobre la huella.