Es temprano en la mañana. Se
termina el invierno y la luz, a orillas del río Paraná es otra, más
brillante, como una especie de promesa.
El rancho, a orillas del
río, aunque ha progresado con los años
es una vivienda precaria. En el exterior hay una jaula con un loro, perros,
muchos perros, y algunos pescados que cuelgan de un travesaño.
En el interior del rancho, Celia (42)
le hace recoger las cosas a su hija Lucía (10), mientras ella junta las
suyas, las pocas personales que se acumularon en ese rancho en los últimos
años. Celia pone sus cosas en un viejo bolso azul y en dos bolsas. Lucía,
lentamente, las suyas en una mochila.
Hay
apuro, dice Celia, y Lucía, que es
un poco tonta, repite como una cantinela:
Papito es malo, papito es malo…
Secuencia 2
Como todas las mañanas,
Maldonado (40) revisa el espinel. Los pocos pescados que durante la noche se
engancharon en los anzuelos son arrojados rápidamente al fondo del bote: algún
dorado, algún patí, algún surubí. Todo es muy rápido: es una tarea diaria, de
toda la vida.
El sol hace que el río sea un
espejo brillante. Maldonado emprende el regreso. Amarra, y sube al rancho.
La ausencia de Celia y Lucía es
notable. Han dejado algunas cosas desordenadas, faltan las cosas de las dos
mujeres. Maldonado entiende sin entender.
No hay sin embargo una reacción notable. Simplemente vuelve a salir, y
por unos instantes mira el río, lo escruta, como si lo interrogara, como si
ahí, y en ninguna otra parte pudiese
encontrar una explicación.
Después se dirige a un baño
precario, apartado del rancho.
Secuencia 3
Maldonado saca los pescados del
bote y los limpia.
Dos o tres perros lo rodean y
comen las vísceras. Se pelean por momentos entre ellos.
Más tarde llega algún comprador
y por algunos pesos se lleva las piezas más importantes. Los compradores son
viejos conocidos y siempre hay alguna historia para contar, historias de
pescadores, historias de ahogados. No es una mera transacción comercial; el
tiempo siempre se desliza sin apuros.
Secuencia 4
Maldonado se despierta de la
siesta. Vuelve a mirar el rancho, como si cotejara si la partida de la mujer es
real o fue soñada.
Después, se lava la cara en un
fuentón afuera del rancho. Colgado de la
pared, junto a la jaula donde está el loro, hay un espejo gastado y viejo:
Maldonado se peina.
Secuencia 5
Maldonado va a remo por un
angosto arroyo entre las islas. Algunos troncos caídos y mucha vegetación sobre
el agua hacen complicado el paso por momentos.
Al fin llega a lo de un vecino, Pedro Gabas.
Al verlo llegar, Pedro que vive
solo sale a recibirlo.
Pedro está grande y tiene
dificultad en una pierna. Maldonado le lleva algunos pescados.
Los dos toman mate ahora. El
que habla es Pedro: a pesar de sus dificultades es vital y tiene cosas para
contar.
Después, los dos hacen fuego y
ponen a asar un pescado. Entonces Maldonado se anima y cuenta la partida de
Celia y Lucía. Ni Maldonado ni Pedro entienden. Maldonado recuerda y repite la
historia que los dos conocen y que seguramente han contado y escuchado mil
veces: Celia es epiléptica y dos veces, por un ataque, se cayó al río desde el
bote. Maldonado cuenta en detalle cómo se tiró al agua, como la rastreó en el
agua oscura, cómo la sacó. Cada detalle se transforma en el todo, un
conjunto minucioso de precisiones.
Los dos comen y vuelven una y
otra vez a hablar de la partida de Celia. Ni uno ni otro saben dónde puede
haber ido.
Secuencia 6
El
día amanece con lluvia.
Maldonado
se prepara el mate bajo el alero. El fuego tarda en encender porque está todo
húmedo. Al fin lo consigue.
Los
perros se protegen en el alero de la lluvia. Maldonado tiene un preferido, el
negro, al que le acaricia la cabeza.
Dos
botes se bambolean en la orilla.
La
lluvia le impide salir al río. Hay que esperar y se espera.
Los
árboles son una masa imprecisa, móvil, en la línea de la costa.
Secuencia 7
Maldonado
tiene una intuición y cree saber: se sube a su bote y va río arriba.
Unos kilómetros
después enfila hacia un rancho. Se aproxima lo suficiente pero sabe, por el
perro que ladra, porque lo conoce, que no podrá bajar. Cuando escucha los ladridos, Godoy sale del rancho y
se aproxima a la orilla.
Maldonado y Godoy son viejos
conocidos y tienen una charla amable. Godoy dice que ahora son así las cosas.
Maldonado cuenta que él la sacó del río dos veces, casi muerta, cuando se cayó
del bote con un ataque de epilepsia. Busca conmover a Godoy, que conoce la
historia, y no se conmueve. Godoy vuelve a repetir que ahora son así las cosas.
Es una charla morosa, donde uno repite
los argumentos y el otro los escucha pero se limita a decir que así son las
cosas, como si el destino los hubiera arrojado a ese instante inmóvil, uno de
pie, fumando en la costa, el otro sentado en su bote sin poder amarrar, y un
perro que no deja de ladrar y dos mujeres que no salen del rancho. Destino
sobre el que ya no hay nada que hacer.
Maldonado se va.
Secuencia 8
Atardece.
Maldonado revisa el espinel, encarna algunos anzuelos.
Cuando
termina, se lava las manos en el río y regresa.
Ya
en su rancho, corta leña para hacer fuego.
Anochece
y el mundo se calla.
Sólo
el fuego y el rostro de Maldonado, serio, inescrutable.
Secuencia 9
Maldonado ayuda a Don Silva.
Una de sus vacas ha quedado varada en el río. Algo le impide moverse y la vaca
muge.
Don Silva y Maldonado, desde
los botes, intentan liberarla.
Aunque no es fácil, al fin lo
consiguen y la vaca camina rápidamente hacia la costa.
Después, tomando unos mates en
lo de don Silva los dos recuerdan una historia: la del finado Gómez. Se ahogó
en el río y su cuerpo estuvo girando
alrededor de cuatro días en un remolino. A la mañana del quinto, el río lo
soltó y lo encontraron entre los juncos, hinchado, irreconocible.
Secuencia 10
Maldonado
va nuevamente hacia el rancho de Godoy, pero no se acerca. Desde lejos, intenta
verla. Pero ni Celia ni Lucía salen del rancho.
Maldonado
se pasa un buen rato espiando. A veces se mueven los perros, se pelean entre
ellos, y después se tienden al sol. La canoa de Godoy está en la costa, y junto
a ella la que Celia se llevó.
Secuencia 11
Maldonado regresa con su bote. Está agobiado y no ve la tormenta que se
aproxima. Desde el fondo del río se aproximan nubes oscuras. El viento que se
alza de pronto le da el aviso. Maldonado,
cuando se da cuenta, se apura pero ya es tarde y la tormenta no tarda en
alcanzarlo. Aunque es su río, no se le
hace fácil gobernar el bote que todo el tiempo parece, al golpear contra el
agua, que va a darse vuelta. Al fin llega a un sitio desde donde puede atarse a
un árbol.
De pronto se ha hecho de noche.
La tormenta pasó un poco, pero Maldonado no sabe dónde está. Mira hacia un lado
y hacia otro, buscando alguna orientación pero está perdido en el medio del
agua, sin luna. Entonces empieza a remar, simplemente a remar.
Un rato después, un punto de
luz, como un farol encendido en un rancho, lo guía. Va hacia ahí sin dudarlo.
Maldonado deja su bote, está
todo mojado. Es su rancho, la luz lo guió hasta ahí, pero no tarda en confirmar
que no hay ninguna luz.
Maldonado enciende el sol de
noche bajo el alero.
Al entrar al rancho una
presencia sorprende a Maldonado:
Dios está sentado en su cama.
Nada en especial tiene Dios, quizás la barba
blanca, pero Maldonado no tiene dudas sobre quién es. No se sorprende ni se
asusta. Se siente tranquilamente halagado y se escusa por no tener con qué
convidarlo. Dios espera con paciencia
que Maldonado se seque y se cambie la ropa. Maldonado le pide a Dios que haga
volver a su mujer.
Secuencia 12
Maldonado
se despierta: escucha que lo llaman.
Como
se durmió vestido, sólo se pone las alpargatas y sale.
A
diez pasos del rancho hay un muchachito
de unos doce años que dice que su padre
se murió esa noche, y que su madre necesita ayuda para llevarlo al
pueblo.
Maldonado
no se demora. Se sube a su bote y sigue al chico.
No
es cerca y andan un buen trecho. La mañana es bella en el río; la vegetación
delata la primavera: verdes nuevos, algunas flores, pájaros.
Al
fin llegan. Primero baja el muchacho y Maldonado va detrás.
Cuando
entran al rancho, se encuentran con una mujer que amamanta a su bebé. Tiene el
cansancio de una noche dura.
El
muerto está en la cama.
La
mujer hace un relato entrecortado, dice algo de la fiebre y unos dolores, pero
no parece tener ganas de hablar.
Maldonado
y el muchachito cargan al muerto en el
bote de Maldonado.
Maldonado dice que les conviene
ir por el arroyo Las perdices, y emprenden el camino al pueblo.
Maldonado
va adelante con el muerto.
La
mujer con el bebé y el muchachito van en
el otro bote, detrás.
En el camino, paran en algunos
ranchos para avisar la noticia y lentamente se arma una procesión: cuatro o
cinco botes siguen al de Maldonado con el muerto.
4 comentarios:
La nuda vida.
Adviento.
Excelente relato.
Gracias Gustavo, me gustó mucho el relato. Abrazo
Bellísimo texto!!!!
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