El río, entre las islas, forma arroyos y cada uno de ellos recibe un nombre.
Es muy difícil, para los que vamos de "afuera", reconocerlos; porque
mutan, porque se parecen, porque -llevado y dejándose llevar- uno pierde
rápidamente las referencias.
Es muy difícil, también, para los que no somos
de ahí, leer el río en su hondura concreta:
las profundiades (ocultas o apenas sugeridas en la mansedumbre aparente
del agua), o los cruces de corrientes a
las entradas y salidas de los arroyos, siempre riesgosas, que exigen una
particular dirección del bote, por ejemplo.
No es así para Maldonado, quien nos guía. Hay
un saber, más allá de los nombres, que le permite accionar con naturalidad y
armar recorridos simples. Esa dimensión del saber, aunque no es formulada, no
desaparece: subyace y recoge una historia y una genealogía y se proyecta en el
presente y en el futuro.
La persistencia de ese saber en Maldonado le da la verdadera dimensión a nuestros viajes.
Buscar en estas ideas las claves del montaje.
Todo está ahí.
Ella le dice: Sabía que ibas a venir, ayer
soñé con tu padre. En el sueño nos miraba.
Ella no habla. De pronto está junto a él,
comen pescado. El saca una posta de patí de la olla y se lo alcanza.El río está
detrás. Hay viento, un murmullo en las
ramas casi peladas. En el agua, unas leves oscilaciones plateadas.
Tal vez: se insinúa la primavera.
Le pregunto a la mujer de Godoy (ella se asoma
a la puerta de la casa, camina con dificultad): ¿Qué piensa cuando su marido
se va al río?
Me mira, como si mi pregunta le trajera un
fantasma: Sólo pido que vuelva.
Ya no habla. Se mete de nuevo en la casa.
Persiste por unos instantes la forma de su
cuerpo en el espacio vacío.
Sus palabras duran, más allá.
2 comentarios:
Hay en Maldonado y su mujer una cultura/otra, un conjunto de experiencias acumuladas a lo largo del tiempo. Por eso es él quien le da la “verdadera dimensión” a los viajes que realizan. No porque reme adecuadamente o porque conozca las entradas a cada arroyo y las profundidades del río, sino porque eso hábitos son resultado de una apropiación para la vida. Erigir al río en dios o en destino es una simbolización, una compleja operación intelectual que toma el paisaje y las prácticas concretas incorporándolas a una visión más integral y profunda. Profunda como el río.
El río, como una superficie acuática que genera brazos, riachos, arroyos. Como una superficie viva donde las cosas acontecen. Permeable, dúctil, siempre el río.
Un poema de Ted Hughes, tan lejano a Maldonado, que apenas recuerdo termina diciendo respecto del agua:
"Yacía en el fondo de todas las cosas / completamente agotada completamente claro todo"
Quizás el río, para vos y tu gente, yazga ahora en el fondo de todas las cosas.
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